10 de noviembre de 2010

~Sin título~

Un pequeño escrito sin titulo y recién sacado de mi mente. ¿Sería bueno seguir desarrollando esta pequeña historia?



PREFACIO



Blanco.

El blanco siempre ha sido mi color favorito. La nada era definida de la forma más perfecta con dicho color, pero éste a su vez era imposible de descifrar. De niño, siempre anhelé verme rodeado solamente del color de mi predilección, observarlo sin que algo se atreviera a corromperlo, ser su único dueño y plasmar un mundo perfecto, el de mis sueños… pero no de esta forma.

Nunca me había gustado el cabello largo, porque es estorboso y cubre rasgos del rostro que me han heredado mis padres y con el que siempre me he sentido satisfecho; pero en los últimos tiempos, he descubierto que no es tan malo como lo imaginaba: oculta mis ojos de las estúpidas miradas que me dan cada mañana, tarde y noche desde que estoy encerrado en este lugar. No necesito unos ojos lastimeros que me analizan con temor y repudio. Tampoco dependo de sus medicamentos para estar tranquilo, ya que muy contrario a los que ellos creen, sé perfectamente quién soy, de dónde provengo y el error por el que me han condenado a una eternidad ilógica.

Ah, ella se acerca nuevamente. Una mujer robusta, fuerte y de aspecto poco amigable abusa completamente del poder que ejerce sobre mí, al estar atado y siendo incapaz de luchar por mis sueños. También he descubierto que incluso aquí, sólo los hombres se alejan totalmente, como si fuera una infección mortal dedicada a desaparecer a todo ser masculino de la faz de la tierra. Sólo ellas son las que me atienden, cuidan y se acercan. Parece ser que después de todo, mi oscuridad no es tan densa como yo mismo llegué a creer.

—Has sido un buen chico el día de hoy, Adán.


¿Lo he sido? No recuerdo mucho de mis últimas horas, algo que ha dejado de importar porque no vale la pena que mi mente se sature de memorias así. El analizar, el rememorar y el escuchar ha sido lo que me ha mantenido cuerdo dentro de esta falsa realidad en la que no soy tratado como humano, sino como un bicho recién descubierto por los investigadores del planeta, sometiéndolo a experimentos y pruebas crueles en las que intentan descubrir lo que lo hace inusual y no han logrado comprender de él. Me enferma el límite de sus mentes brillantes.

Me gustaría saber qué hora es. Si el atardecer ha llegado, sería bueno salir y disfrutar de los colores anaranjados de la puesta del sol, aunque estoy completamente seguro de que no sería lo mismo sin él. Tal vez, no sea tan malo estar aquí, porque así no puedo mirar los lugares que me lo recuerdan y sentir con más fuerza su pérdida; de esta manera me dejan tenerlo siempre en mis pensamientos sin obstáculo alguno, sin alguna de sus estúpidas restricciones.

Lo que más disfrutaba de su compañía era ver sus ojos azules como el cielo despejado en un rostro de facciones fuertes que no revelaban la dulzura de su mirada. Sí, era una persona cálida. Sin los tabús y juicios que otros pondrían a su alrededor. Sin duda alguna, ésa fue la razón principal para hacerlo mío eternamente, para adorarlo como un creyente lo hace con su dios. Pero incluso Dios permanece lejos de sus seguidores, temeroso como un indefenso gatito que recién ha llegado al mundo.

Bostezo, deseando mantenerlo inclusive en mis sueños. Porque es mío, porque él me pertenece en cuerpo y alma, porque tuve su corazón entre mis manos. Si cierro mis ojos por este día, lograré recordar la calidez de su vital órgano empapándome de sangre… aún… aún lo amo.

7 de septiembre de 2010

~EL LAZO QUE NOS UNIÓ~
Por:
PukitChan
4

…insensata pasión…



La lluvia apareció tan repentinamente que por algunos minutos, Diego se sintió completamente desorientado e incapaz de dar un nuevo paso. Relamió sus labios secos, saboreando el rastro del alcohol que aún había entre ellos. Observó la hora en el reloj de pulso, comprobando así que ya era más de media noche.

«¿Por qué terminé haciendo esto?» se preguntó internamente al tiempo que sus ojos se concentraban en el chico alto que estaba a un lado de él, recargando el brazo izquierdo en sus hombros ―junto con la mayoría de su peso―, para no caer directamente al suelo.

Escuchó un gruñido y palabras incomprensibles provenientes de Paul, que en su estado de ebrio inexperto, no hacia más que soltar al azar puras idioteces.

―Continuemos ―dijo el menor, ayudando a caminar al otro hasta la casa que más temprano ese mismo día, habían visitado. La lluvia afortunadamente no era intensa pero transmitía un frio aterrador.
―Diego ―murmuró Paul, tratando torpemente de seguir los pasos―, ¿por qué estás conmigo ahora?
―Bueno ―explicó, sabiendo que sus palabras no podrían ser tomadas en serio―, porque tú me gustas.
―A mi también me gustas. ―Esa frase hizo que sus latidos se volvieran acelerados, aunque rápidamente la razón se impuso: estaba borracho. Suficiente experiencias había visto para asegurar que los hombres en ese estado se ponían a repartir amor por todos lados.
―Sí, si ―dijo fastidiado pero animándose instantáneamente al por fin divisar la casa de Paul.

Una vez que llegaron a la entrada, Diego lo soltó y el mayor se recargó en la pared más cercana, sin tener conciencia de lo que estaba sucediendo, ni mucho que menos que se encontraba mojando por las lágrimas del cielo.

―Paul, ¿y las llaves? ―preguntó pacientemente, aunque la verdad quería ya resguardarse y dormir tranquilamente en donde fuera, mientras estuviese seco.
―No lo sé ―respondió su irreconocible voz. Diego se acercó y comenzó a buscar entre las bolsas del pantalón ajeno. Hallándolas, abrió la puerta en medio de la oscuridad, sin poder evitar tropezar con algún objeto en ese hogar desconocido. Escuchaba lo pasos de Paul atrás de él, por lo que se preocupó de buscar un interruptor de luz que les diera un poco de visibilidad.

Su búsqueda fue detenida cuando los brazos de Paul rodearon su cintura desde atrás, provocándole un pequeño shock emocional. Sintió aquel rostro helado y mojado, pegarse a su mejilla ligeramente sonrojada por los movimientos dados en la intimidante oscuridad.

―¿Qué… sucede…? ―inquirió nervioso, temblando de frio, sintiendo el cuerpo del mayor cada vez más cerca de él.
―Me gustas… ―susurró, elevando una de sus manos para hacer mover el rostro y depositar un beso en sus labios.

En su mente, Diego sabía que el otro tal vez simplemente se encontraba caliente, quizás animado por el alcohol… pero Paul se iría en unos días, y tal vez está sería la única oportunidad que tendría si bien, no para amar, al menos para saber que entregó todo su ser a una persona importante. Cerró sus ojos y abrió los labios, dándole paso a la lengua intrusa mientras su aliento era succionado con una fuerza balanceada. Paul fue el primero en desconectar ese primer encuentro, para buscar sus ojos verdes a pesar de que no había luz.

―Ésta… es la única manera… en que no te puedo hacer daño… Diego…

Sin querer comprender sus palabras, el castaño se dio media vuelta, rodeando con sus brazos el cuello del Paul, agachándolo para besarlo nuevamente. No quería arrepentirse de no haber aprovechado el momento inesperado de la vida. Dejándose llevar por la confusión de sus respectivos corazones, el mayor lo condujo hasta su habitación, sin dejar de besarse y permitiendo que sus manos alejaran la ropa que se habían vuelto un completo estorbo.

No, no era la situación que en sus locas fantasías habría creado, tampoco la que sus sueños húmedos le mostraban, pero era la que sucedía, la real. En ésta podía sentir la piel de Paul, sus manos tocándolo frenéticamente, sus labios luchando con desesperación, la pasión… la extraña sensación de que podían ser correspondidos todos esos sentimientos.

Cuando el cuerpo desnudo de Diego cayó en la blanda cama con Paul encima de él, todo fue olvidándose y sólo se permitió sentir y gozar cada uno de los mutuos toques proporcionados. Disfrutar de las manos que lo recorrían y exploraban demostrando su maestría, inclusive cuando éste bajó sus manos, acariciando sus nalgas y rozando la pequeña cavidad que había entre ellas.

No tenía miedo, sabía que dolería, sabía que quizás a causa de la falta de preparación su interior sangraría, pero a cambio, podría sentirse como uno solo con Paul. Por eso, cuando sintió el miembro del mayor rozarlo por primera vez, sacudiendo tanto su cuerpo como sus emociones, sólo pudo derramar una silenciosa lágrima que se perdió en la oscuridad.

Las manos de Diego se masturbaban a medida que la intromisión iba haciéndose más profunda y dolorosa. Jadeaba, su cuerpo se arqueaba y contraía. En medio de todo eso, escuchaba la respiración profunda de Paul y la voz que le susurraba cuánto lo deseaba.

En un ritmo simultáneo y armónico, se entregaban, recitaban palabras de amor ilógicas, se complementaban, se tocaban y recorrían para recordarse eternamente… hasta que el momento en el que ambos, derramaron la existencia… que también era su condena.




*



Respiró profundamente, estirando su cuerpo con pereza. Diego parpadeó unos segundos hasta que su mente pudo recordarlo todo. Miró a su lado, hallando la espalda de Paul, quien seguía dormido luego de la intensa actividad de la noche anterior. Eso lo hizo sonrojarse y levantarse –sintiendo inmediatamente los efectos de su primera relación sexual- para caminar desnudo por la habitación, recordándose que no había nadie en la casa del otro, por lo que no se sintió avergonzado cuando caminó por el pasillo, hasta hallar el baño.

Se tomó su tiempo para ducharse, refrescarse y limpiar por completo los rastros del encuentro, aunque unas ligeras marchas en sus pectorales lo delataban. Cuando salió, ya más despejado y tranquilo, se enrolló en una toalla y regresó a la recámara.
Más no esperaba encontrarse al otro, sentando en la cama y con la cabeza hundida entre las manos. No, no estaba asustado, Paul parecía verdaderamente aterrado. Diego, por unos instantes, se quedó flotando en una irrealidad donde él era muy feliz…

―Diego ―dijo Paul, apenas logrando que su voz fuera un poco más alta que un murmullo-. Por favor, dime que no pasó nada aquí…

La profunda desesperación y suplica que entonaba, perturbaron a Diego. Hasta ahora entendía y apreciaba la realidad… ¡¿Pero qué demonios había hecho?! ¡¿Por qué lo había hecho?! ¡¿Por qué con Paul?!

―¿De qué hablas? ―preguntó con una voz que no reconoció como propia. Se escuchaba tan tranquila, tan clara, tan segura, que inclusive creyó que todo era una pesadilla.
―Ya… ya sabes ―tartamudeó―. Si tú y yo…. Mierda…

Y sus risas resonaron entonces por la habitación. ¿De qué se reía, Diego? ¡Era horrendo! ¡Tenía ganas de golpear a Paul y después suplicarle de rodillas su perdón! Entonces… ¿por qué se reía? ¿A qué demonio le encontraba tanta gracia?

―¿Qué si nos acostamos? ¡No digas estupideces, ni seas mariquita! ¡¿No estarás todavía ebrio?! ¡¿De verdad eres gay?! ―recitó entre risas―. ¡Que asco! ―luego, gritó―. ¡Nada podría pasar entre nosotros, idiota!




Sigo pregúntame por qué me creíste mis palabras desesperadas.



…tal vez, porque en ese entonces, te era más fácil seguir, si podías creerlas…



…quizás fue, porque no te sentías capaz de cargar con un peso más…


…pero yo descubrí, que los seres humanos, somos más fuertes de lo que podemos imaginar…

19 de agosto de 2010

~EL LAZO QUE NOS UNIÓ~
Por:
PukitChan
3




Entreabrió sus finos labios para dejar escapar un suspiro, intentando leer la página de su libro sin mucho éxito. Dejó caer su cuerpo hacia atrás, recargando todo su peso en el respaldo de la silla en la que estaba sentando. Sostuvo un lápiz entre sus dedos, rayando en la parte inferior de la hoja un nombre que no era el suyo.

―Paul… ―susurró, leyendo sus deformadas letras. Mordió su labio inferior, recorriendo con la vista a la diminuta mesa que se halla frente a él, hasta localizar su celular. Comprobó la hora, calculando que debían faltar más de quince minutos para que el chico que ahora ocupaba sus pensamientos, llegara.

Paseó sus ojos, impresionado de que la cafetería estuviera llena de estudiantes, pero sintiéndose más solo que de costumbre. Su atención se centró en un grupo de jóvenes de último grado que reían escandalosamente, seguramente disfrutando de sus últimos días en la institución. Diego sintió que su corazón se oprimía al rememorar que también Paul se iría.

En los últimos meses, desde que en el baño había sido aceptada su oferta de amistad, Paul y él habían logrado entablar una sólida relación pese a sus dos años de diferencia y sin darle demasiada importancia a la única cosa que tenían en común: los peces.

Aun así, Diego sabía que no era precisamente el confidente del otro, por más que le gustaría serlo. Cuando miraba a Paul a lo ojos, descubría que había algo que lo lastimaba, algo que en los últimos tiempos lo obligaba a impedir que las personas lo tocasen siquiera.

Sacudió sus cabellos castaños, haciendo una negación. Había estado pensando demasiado en Paul desde que, dos semanas antes, finalmente había aceptado que el chico le gustaba. Es cierto que nunca antes había sentido alguna clase de atracción por otra persona, pero el día que lo vio platicando con una joven de su mismo curso, tuvo la terrible necesidad de ir corriendo y alejarlo de esa arpía que le sonreía estúpidamente. Eso no podía ser una simple relación de amistad, ¿verdad?

Enojado, borró de su libro el nombre anteriormente escrito. ¿Qué ganaba con aceptar que lo que sentía por Paul era más que cariño? Pese a que nunca lo había visto salir con una chica y el maldito nunca hablara de su vida sentimental, obviamente no sentía atracción por los de su mismo género. Paul no era así… aunque hasta hace poco, Diego tampoco imaginaba que él fuera así.

―¿Y ahora tú que tienes? ―se sobresaltó avergonzando al escuchar esa voz. No era necesario levantar el rostro para ver al emisor, sabía perfectamente quién era.
―No… nada ―respondió, tratando de no tropezar con sus palabras, cerrando rápidamente el libro a pesar de que la evidencia había sido borrada―. Sólo pensaba en cosas estúpidas.

Paul se encogió de hombros con una sonrisa en los labios, sentándose en la silla libre y aventando su mochila a la mesa. Ninguno habló por varios minutos, temiendo que algún tema incomodo se hiciera presente.

―Siempre tan solo ―comentó alegremente el mayor―. ¿Qué harás ahora que yo ya no esté, eh?

Diego lo maldijo internamente, no era necesario que le recordara indirectamente, que se había vuelto como uno de los tantos cuadernos que llegó a utilizar, pero tarde o temprano, sería botado a la basura.

―Seguramente seré el mismo inadaptado de siempre ―respondió en un murmullo―. No es que las cosas vallan a cambiar mucho sin ti aquí.
―Me alegra escucharte decir eso ―dijo, con demasiada sinceridad en su tono―. Quería platicarte de algo parecido.
―¿Eh? ―Diego se animó a verlo, sintiéndose extrañamente asustado por esas palabras. Tal vez Paul se iría a la universidad, pero eso no significaba que dejarían de verse para siempre, al menos, ésa era su esperanza.
―Me voy a mudar… lejos… terminando la escuela, ya no podré verte más.

Diego sabía que debía hacer algo, una reacción, una palabra, algo… pero no podía. Era como si el mundo se hubiera detenido, mientras su mente reproducía infinitamente la voz de Paul. ¿Irse? ¿No volver a verse? ¿Nunca? Lo miró fijamente, sus facciones hermosas, sus cabellos y ojos oscuros, los labios que repentinamente anhelaba besar… los sentimientos que suplicaba transmitir.

―Pe-pero… ¿Y la universidad? ―replicó, en un débil y patético intento de interferir en su decisión. Paul negó rápidamente, sin perder esa sonrisa que siempre lo había caracterizado.
―No pienso ir. Es imposible. ―Levantó su mano, para acariciar los cabellos castaños del menor, que seguía sumergido en el dolor.
―Entonces… ―pronunció, sin poder esconder el trabajo que le costó hallar su voz―, ¿por qué te vas?
―No importa ―exclamó y después miró a Diego, riendo―. ¡Oye, no pongas esa expresión! ¡Nadie se está muriendo!

«Mi corazón sí –pensó―, pero es porque tú lo acabas de asesinar»

―¿Ya no piensas cambiar de idea? ―preguntó, rogando porque le diera una esperanza―, ¿de verdad nunca te volveré a ver?
―Diego, es mejor así. Además, sólo soy una persona más como todas las que han cruzado en tu vida. Amigos van y vienen, verás que no me extrañaras por demasiado tiempo.

¿Eso era posible? ¿Dejar de pensar en un amor que ni siquiera tuvo el desdichado placer de comenzar? ¿Por qué Paul piensa que sólo es uno más? ¿Así terminaría…? ¿Sólo un adiós y ya?

―Está bien ―dijo demasiado rápido, mirando hacia otro lado. Sabía perfectamente que si sus ojos se encontraban, tal vez saldrían unas lágrimas inútiles. No quería, ni debía hacerle saber a Paul cuanto le lastimaba su partida. No deseaba que sus sentimientos fueran transparentes cuando ya ni siquiera valía la pena demostrarlos.

Paul entrecerró sus ojos, intentando juntar valor para dar la verdadera explicación de su mudanza. Lo reconsideró ¿Para qué? Probablemente si se lo decía a Diego, terminaría alejándolo de su lado antes de tiempo.

―Hablemos de otro asunto, ¿de acuerdo? ―ofreció el mayor.
―Sí… ―coincidió Diego, pero se entretenía admirando lo que sucedía a su alrededor.
―Unos amigos y yo pensamos hacer una fiesta antes de salir ―comentó, buscando llamar la atención del castaño―, ¿te gustaría venir?
―Pero es su fiesta ―apuntó, por fin animándose a regresar su atención al chico―. Probablemente quieren… no sé, recordar sus momentos estudiantiles mientras se embriagan con desesperación.

Paul rió con ganas, recordando una fiesta antigua, donde había terminado vomitando sobre la ropa de un completo desconocido, el cual ni siquiera se dio cuenta por tan borracho que estaba.

―Anímate, después de todo, esa fiesta es para despedirme de mis amigos y quiero creer que tú eres uno de ellos.

Genial, ahora Diego no hallaba la forma de escapar de la invitación. No podía fallarle a Paul, era como el último favor que le estaba pidiendo.

―De acuerdo ―aceptó, cruzando sus brazos como si tuviera frio pese al intenso calor del, repentinamente, triste día―. ¿Cuándo es?
―El próximo viernes… ¡Hasta amanecer! ¡Diego, quiero verte tomando! ―gritó, seguramente entusiasmándose antes de tiempo con la idea.
―Seguramente mi padre no se opondrá… pero querrá irme a recogerme o algo así… ―meditó en voz alta, más para si mismo que para Paul.
―Podrías quedarte en mi casa ―ofreció rápidamente al escuchar las divagaciones del otro.
―¿Qué? ―preguntó, intentando que el chico volviera a repetir sus palabras, no porque no las hubiera escuchado, más bien porque no las creía.
―La fiesta es a unas cuadras de mi casa ―explicó, haciendo un ademán con sus manos fuertes―. Nos quedamos ahí y podrías llamar a tu papá, para que no tenga problemas.
― ¿De verdad? ―Su entusiasmo se hice evidente, pero no la razón: conocer la habitación de Paul. Sí, era un infantil motivo, pero al menos lo hacia feliz.
―Sí ―afirmó―. Y no te sentirás incomodo, mis padres no estarán el fin de semana. ¿Y bien? ¿Qué dices?
―Está bien.


Diego se sonrojó ligeramente, al comprender que estarían solos. Su mente se negaba a creer que en esa noche de fiesta podría pasar algo entre ellos… pero su corazón creía en las extrañas vueltas del destino.

18 de agosto de 2010

~EL LAZO QUE NOS UNIÓ~

Por:

PukitChan

2



Abril de 1997




Diego bajó su mirada hasta el viejo reloj que adornaba su muñeca izquierda. Ya pasaban de las tres de la tarde y el día escolar había terminado hacía un buen rato, pero las actividades del club de arte, le habían permitido continuar dentro de la escuela.

Suspiró pesadamente, caminando sin muchos ánimos. Los vidrios que adornaban cada uno de los salones reflejaban a un joven que apenas alcanzaba a cubrir la imagen de sus quince años: estatura promedio, de cabello castaño claro, mirada inocente y atractivo normal. No era alguien atlético, ni mucho menos el tipo de adolescente por el que todas las chicas volteaban. Sencillamente era alguien más que prefería pasar desapercibido para el mundo. Tal vez, lo único que lo podría hacer resaltar un poco más de los limites permitidos, eran sus hermosos y profundos ojos verdes.

Levantó su rostro cuando llegó al lugar deseado; la parte posterior de la escuela, lugar dónde un hermoso árbol imponía su presencia. Sonrió para si mismo, satisfecho de lo que veía. Desde hacía tiempo quería dibujar aquel ser y el día se había ofrecido para permitírselo.

Se sentó sobre el pasto, alejado del árbol para poder apreciarlo correctamente. Sacó su cuaderno y un lápiz, disfrutando del ligero viento y los murmullos que se escuchaban a los lejos, seguramente provenientes de los chicos que se encontraban practicando deportes. Sacudió su cabeza en un intentó de concentrase y comenzó a trazar las líneas de lo que sería su boceto. Le gustaba hacer eso; perderse por completo en sus creaciones, ignorar el mundo a su alrededor y sólo ser él y las líneas del lápiz.

—¡Amigo, disculpa! —gritaron a lo lejos. Por inercia, elevó su rostro para mirar lo que había perturbado su amado silencio. Lo primero que sus ojos encontraron fue un balón de futbol que estaba a unos dos metros de distancia de él; luego, un chico de elevada estatura y cabellos negros que al parecer se dirigía a él, por las señas que hacia con la mano.
—¿Sí? —contestó estúpidamente alto, pues era obvio lo que iban a pedirle.
—¿Podrías pasarnos el balón? —pidió con una brillante sonrisa que se vislumbraba pese a la distancia.

Parpadeó por breves instantes, como si no comprendiera lo que le habían dicho. Después, asintió con la cabeza, dejando a un lado su cuaderno y poniéndose de pie sin dejar de mirar al chico alegre. Buscó el balón y lo analizó, aunque realmente no había nada que analizar. Mordió su labio inferior buscando hacer su mejor esfuerzo pues la razón por la que no pertenecía a algún club deportivo era simple: no había nacido para eso.

Una joven que cruzaba por ahí, era ajena a lo que estaba ocurriendo hasta que, siguiendo a sus instintos, colocó su cuerpo en una posición de defensa cuando su vista logró captar un objeto redondo que se acercaba a ella rápidamente. Un golpe directo y doloroso en su brazo fue lo único que alcanzó a sentir, abriendo sus ojos lentamente para divisar lo que la había golpeado; un balón de futbol.

—¡Lo siento! —Diego, desde donde estaba, gritó asustado y avergonzado por la trayectoria que había tomado el balón cuando fue pateado por él. La chica por su parte sólo negó con la cabeza y siguió su rumbo, sobando su brazo. A lo lejos, las risas incontenibles del joven de cabellos negros se escuchaban dulces y serenas, pero aun así, humillantes.

«Esto es ridículo —pensó abochornado—, seguramente cree que soy un idiota y cuando regrese, le contará a todos sus amigos la anécdota del niño que no sabe patear decentemente una pelota. Sí, claro, era lo que me faltaba, ser el hazmerreír de un equipo deportivo»

Pero, contrario al rumbo de sus pensamientos, el chico sencillamente corrió por el balón que tomó entre sus manos y lo miró. Sólo en ese momento, Diego se percató del atractivo físico que acompañaba a esa contagiosa sonrisa.

—¡Eres gracioso! —declaró rápidamente, antes de dar la vuelta y comenzar a correr en dirección a las canchas.

Sin saber que hacer, se quedó quieto mientras el otro chico se perdía a lo lejos y sin darse cuenta de que ahora sus labios formaban una tímida sonrisa. Negó con la cabeza intentando recuperar su inspiración y volvió su cuerpo hacia donde estaba sentado anteriormente con el boceto de su dibujo, para lograr completarlo.

…esa tarde, el profesor encargado del departamento de arte, fue el único que pudo admirar un detalle extra en el dibujo de uno de sus alumnos: bajó el precioso árbol, retratado con una exactitud impresionante, se hallaba un joven de cabellos oscuros y contagiosa alegría.





Una pequeña gota helada cayó en su rostro, recorriendo con lentitud su mejilla. Instintivamente, Diego llevó su mano a donde la humedad se sentía, limpiándose la gota sin sorpresa; toda la noche anterior había llovido y aunque había llegado un nuevo día, eso no parecía ser suficiente para espantar a las nubes grises. Exhaló, notando que su aliento era visible gracias a la frialdad y calculando mentalmente si sería posible llegar a la escuela sin terminar empapado.

Aceleró el paso casi con la misma velocidad con la que el agua caía del cielo. La última cuadra, cuando la institución ya era visible, se tuvo que obligar a correr con la mochila golpeando insistentemente su espalda húmeda. En cuanto entró a la escuela, se dirigió al baño, ansioso de intentar secar sus cabellos mojados que se pegaban a su cara por más que los retirara. Dejó caer su mochila al lado del lavabo, mirándose en el espejo del, extrañamente, solitario lugar. Se quitó el suéter que lo cubría mientras sacudía con fuerza la cabeza; limpió su rostro sin mucho cuidado, hasta que el reflejo le mostró a sus ojos verdes algo que paralizó sus movimientos.

Saliendo de uno de los sanitarios, el chico de cabellos negros que había conocido días atrás, miraba el suelo con una expresión que no lograba descifrar si era de terror o preocupación. Y a pesar de que Diego lo miraba sin discreción alguna, el otro parecía no haberse dado cuenta de su existencia, sencillamente se dirigió al lavabo, donde lavó sus manos para después enfriar así su rostro.

—Si quieres mojarte, basta con que salgas… —murmuró Diego, con cierto desgano y enojo. El otro desvió por primera vez sus ojos oscuros hacia el castaño, sin lograr reconocerlo.
— ¿Perdón? —articuló extrañado.
—Bueno —explicó, señalando su cabello—, yo entro aquí para secarme y tú estás haciendo lo contrario. ¿Sabes? Allá afuera se está cayendo el cielo.

No le respondió. Se limitó a mirar esos ojos verdes, apretando con fuerza el sobre blanco que traía en su mano derecha con el sello de un hospital poco conocido. Intimidado, Diego desvió su mirada hasta su mochila, levantándola del suelo y acomodándola en su hombro derecho, donde después se echó encima su suéter para retirarse en silencio.

—Oye —dijo, deteniéndose a si mismo, girando su rostro para ver al otro—, sé que no es de mi incumbencia, pero… ¿Estás bien?

El chico se dio la media vuelta sin expresión alguna en su atractivo rostro.

—No, no estoy bien —exclamó—, pero no hay nada que se pueda hacer al respecto.

Diego guardó silencio unos segundos, antes de tomar una decisión. Caminó, acercándose al joven que pese a la aparente calma de su voz, parecía, se estaba muriendo de miedo.

—Puedo ser tu amigo —ofreció ante la muda sorpresa del otro—. Me llamo Diego.

Increíblemente, el chico esbozó aquella sonrisa alegre que el castaño recordaba como la primera vez que lo vio.

—Paul. Mi nombre es Paul.

17 de agosto de 2010

~EL LAZO QUE NOS UNIÓ~

Esta historia en particular, fue escrita con otro propósito el cual nunca cumplí, pero dado que le tengo cariño... ¿Por qué no compartirla con los silenciosos visitantes de este lugar?

Relato homoerótico.

Sip, es mía, yo la escribí, es rara, no es interesante. Después de las advertencias, aquí seguirá si se animan a leer.



~EL LAZO QUE NOS UNIÓ~

1



Me pregunto si aún vivirás.

No lo sé, pero me gustaría que la respuesta fuera negativa. Por favor, no me malinterpretes, no creas que te deseo la muerte. Sólo anhelo que en estos momentos, no estés sufriendo.

Algo dentro de mí me dice, que tú también hubieras pedido lo mismo para mí, si es que lo supieras.

¿Puedes creerlo? Jamás te enteraste de que en realidad, estamos unidos por el profundo dolor de padecer la misma enfermedad que tarde o temprano, tenía que acabar con nuestras jóvenes vidas. Después de todo, tener veintinueve años no es ser viejo.

Creo que por fin he llegado al final del camino. Sólo lo sé. Es uno de esos presentimientos que generalmente son correctos. Me temo que esta vez no podré salir victorioso aunque sabía de antemano, que en la batalla final, yo sería el derrotado.

Por eso estoy recordándote con más frecuencia de la que lo había hecho en los últimos años. Aunque ni siquiera te lo imagines, siempre pienso en ti. No te rías, no es gracioso. Muchos me dijeron que te odiara, pero simplemente no pude hacerlo por más que lo intenté.

Primero te culpé a ti. Después a mi y a mis sentimientos, llenándome de los tan estúpidos «si hubiera…»

El tiempo purificó mi rencor. Me entregó la aceptación de la realidad que estaba entre mis manos. No podía llorar más, ya nada se podía arreglar. Sólo me quedaba esperar y tratar de vivir todo lo que me fuera posible.

Lo hice. Ahora trato de no arrepentirme de nada. Actué lo mejor que mi infantil mente me permitió. No era lo que deseaba para el futuro, pero fue lo que me tocó vivir.

Seguramente estás sorprendido de que terminé aquí. Yo también lo estuve hace mucho tiempo, ya no importa. Ha llegado la hora de la despedida, pero me gustaría pensar que en realidad estás aquí, esperando por mí, tomando mi mano en silencio y dispuesto a escuchar el último relato que soy capaz de pronunciar.

Sí, es mi historia favorita. No es la más romántica, ni tampoco la más interesante, pero para mí, no hay ninguna que se le pueda comparar… porque es la nuestra.


23 de junio de 2010

LO QUE NO DEBIÓ SER

(Este fanfic de la serie Gravitation, es uno de mis favoritos y le tengo mucho cariño...)
LO QUE NO DEBIÓ SER

—¿Tú crees que está bien lo que hacemos? —decía un hermoso joven de ojos amatistas.
—No —respondió con sinceridad el hombre que lo acompañaba—. Al hacerlo, estamos lastimando a muchas personas —colocó un cigarro en sus labios—, pero… jamás me voy a arrepentir.
—A pesar de todo… nunca podría considerarlo un error.

***
~ERES MÍO, PERO NO ME PERTENECES~
***


Casi todo había dejado de importar desde el momento que entraron a esa habitación de un hotel cualquiera.

Un beso cargado de dolor, pasión, deseo, amor y desesperación, los unió por varios minutos.
Con agitada respiración, se separan para mirarse.

Yuki Eiri levantó su mano izquierda mirando el discreto anillo que lucía en el dedo anular. Lentamente se lo quitó, dejándolo caer al suelo. Sus ojos dorados se posaron en la mano del chico que se hallaba frente a él.

Shuichi Shindou, tembló ligeramente pero al fin de cuentas hizo lo mismo que el rubio. Dejó caer la pequeña prueba visible de que, toda su vida pertenecía a alguien más. Tiraron al suelo el anillo de matrimonio que ambos poseían, el que indicaba frente a la ley y a la sociedad que su existencia esta unida a otra persona, que no era la que en este momento miraban.

La cama emitió un sonido al momento en que Shuichi era suavemente recostado en ella. Sintió como su cabello rosado era acariciado.

Atracción. Esa sería la palabra más ideal para describirlos. Su vida había renacido desde que esos iris dorados se toparon con los amatistas…

***

Una bonita niña corría por el tranquilo parque. Sus pequeños pies seguían desesperados a un gatito gris que huía rápidamente.

—¡Neko-chan! —gritaba la niña—. ¡Espera, Neko-chan!

Unos brazos, igualmente pequeños, lograron capturar al gato.

—¿Es tuyo? —un niño se acercó a la pequeña que se encontraba cansada.
—¡Sí! —ella le sonrió, tomando al gatito.
—¡Satsuki! —una voz llamó la atención de la niña.
—¡Kiyoshi! —y otra la del niño.
—¡Papá! —gritaron ambos, pero mirando a direcciones diferentes.
—¿Porqué saliste corriendo? —reprochó el rubio.
—¿Dónde te habías metido? —le regañó un hombre de cabello rosa.

Ambos corrieron a los brazos de sus respectivos padres, que en ese instante, por la preocupación que sentían, sólo podían ver a sus hijos.

—¡Fui por Neko-chan! —el gato estaba acurrucado entre los brazos de la niña—. ¡Pero él me ayudo!
—¡Le devolví su gato a ella!

Levantaron su vista al mismo tiempo y simplemente... el mundo a su alrededor despareció…

***
~PORQUE NOS CONOCIMOS EN EL MOMENTO EQUIVOCADO~
***

Su húmeda lengua recorrió uno de los pezones de Shuichi, para después morderlo sin aplicar mucha fuerza. Habían pasado noches soñando y deseándose mutuamente, anhelando tocar aquello que era inalcanzable y prohibido.

***

—Muchas gracias. —El rubio, con la niña entre sus brazos, se acercó al hombre que también cargaba a su niño—, parece que tu hijo ayudó a mi hija.
—Descuida —decía sin dejar de mirarlo, esos ojos lo tenían hipnotizado—. Es bueno saber que la pudo ayudar.
—Eiri Yuki…
—Shuichi Shindou…
—¡Waaah! —La pequeña gritó—. ¡Está lloviendo! —tratando de cubrirse.
—¡Papi! —El niño se aferró a Shuichi.
—¡Cerca de aquí hay un lugar donde podríamos refugiarnos! —gritó Yuki y empezó a correr seguido por el otro.

***
~TAL VEZ, FUE EL DESTINO O EL PODER DE LA ATRACCIÓN~
***

Un pequeño gemido escapó de su labios.

—¿Estás bien? —preguntó tranquilamente el rubio.
—Sí… sólo continúa por favor…

Accedió. Moría por que él le perteneciera por lo menos por esta noche, pero debía tranquilizarse, hacer las cosas con lentitud. Disfrutarlo al máximo, porque sabía que éste era uno de los momentos que quizás, jamás en su vida volvería a suceder.

En un sensual movimiento, Yuki recorrió el miembro de Shuichi con su lengua, degustándose, probando una pequeña parte del sabor de ese chico.

El ruido proveniente de los labios de Shu, muestra de que estaba disfrutando ante tal acto, solamente lo hacían desearlo con una fuerza que era incomparable a cualquier otra que hubiese sentido.

—Yu… ki… —sollozaba.

Shuichi sólo se intentaba mover, al sentirse dentro de la boca del rubio. Todas esas emociones que él jamás había experimentando con alguna persona ahora estaban siendo sentidas.

***

—¿Estás bien? —Sus ojos amatistas se dirigían a su hijo.
—¡Sí! —gritaba el niño feliz, aún con unas pequeñas gotas de agua recorriendo su cabello.
—No quiero que te enfermes. —Tratando de cubrirlo.
—Descuida papi, estoy bien —decía la pequeña, abrazando al rubio.
—Ojalá la lluvia pronto pase.

Hubo un silencio. Deseaban mirarse pero ninguno se animaba a hacerlo. En ese momento en el que se miraron… había algo más que una simple sensación de paz…

—Este… —El rostro sonrojado de Shuichi sólo miraba el agua que caía—. Muchas gracias, por ayudarnos.
—Descuida. —Acercándose para poder ver si estaba casado—. Además, te debía una por haber ayudado a mi niña.

Shuichi también logró observar el anillo que traía Eiri.

—Tu esposa debe ser muy afortunada. —Sonrió tristemente el menor.
—La tuya igual. —Miró el lindo perfil que poseía.
—¡Yo…! —Shuichi lo volteó a ver con la intención de hablar de algo, pero al darse cuenta de que ese rubio lo contemplaba, sencillamente olvidó lo que iba a decir.

***

—Shuichi —pronunció su nombre por primera vez, desde que habían iniciado con ese juego traidor—. ¿Por qué? —Sintiéndose repentinamente enojado, dejando de hacer lo que mantenía sonrojado a Shu.
—Olvídalo. —Acariciando el cabello rubio del otro—. Sólo por hoy… sólo por esta noche… vamos a ser tú y yo…
—Te amo…
—Lo sé…

***
~ES UN SENTIMIENTO QUE SURGIÓ DE LA NADA, HACIÉNDOLOS SENTIRSE COMPLETOS~
***

Ambos bajaron de sus brazos a sus hijos, que sintiéndose libres, jugaron con el gatito gris que había provocado el encuentro entre ellos, con la lluvia cayendo ajena a los sentimientos que se movían.

—¿Quién eres? —preguntó el rubio.
—Una persona que te encontró demasiado tarde. —Sonrió, mirando melancólicamente a sus hijos que habían formado una inocente amistad.

¿Cómo explicar tan incompresibles sensaciones que los habían llevado a creer en algo tan poco conocido, como lo es el amor a primera vista?

Colocó su mano en la mejilla del otro, quién sólo se permitió cerrar sus ojos amatistas ante el contacto, sintiéndose confundido por las emociones que el simple rocé de ese hombre le provocaban.

***

—Ahhh… —Shuichi derramó una solitaria lágrima al sentir uno de los dedos de Yuki invadiendo su intimidad.
—Relájate —pidió en un susurró.

Esos lentos y deliciosos movimientos, estremecían a Shuichi por completo. Simplemente se entregaban él uno al otro, dejando todo atrás por un momento detenido en el tiempo.

***

—¿Papá? —preguntaba la niña al ver que su padre tocaba al desconocido.
—No pasa nada. —Reaccionado al oír eso y alejando su mano del suave rostro de Shu.
—Kiyoshi —llamó Shuichi a su hijo, quién obedeció instantáneamente a su padre.
—¿Mande? —Se quitó el suéter y envolvió al pequeño entre él, para después cargarlo.
—Nos vamos.
—¡Espera! —Yuki trató de detenerlo—. ¡Aún está lloviendo!
—Lo lamento —dijo con una expresión cargada de tristeza—, pero yo sé que hay alguien esperándonos… tanto a ustedes como a nosotros...

El rubio mordió su labio. Si tan sólo pudiera ser parte de la vida de esa persona…

—¿Te volveré a ver?
—Espero que no. —Su voz se quebró al momento que comenzaba a correr bajó la lluvia, protegiendo a su hijo…

***
~ENAMÓRAME DE TI… HA SIDO LA DICHA Y EL PECADO MÁS GRANDE MI VIDA~
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Con la mayor delicadez que pudo y evitando dejarse llevar por el desesperado deseo, Yuki colocaba su miembro dentro de Shuichi, sintiendo como el menor se le entregaba completamente.

Los jadeos de ambos se perdían entre el abrumador calor que sus cuerpos ofrecían.

Al sentir a Shuichi estremecerse debajo de él, supo inmediatamente que había alcanzado el orgasmo.

Y era tan maravilloso, el saber que le había provocado un placer tan inmenso. Siguió penetrándolo, esta vez con mayor rapidez.

Tocó las caderas de Shu, sintiendo el sudor que las cubría y mordiendo su cuello… pero por más que lo quería, no podía… no le era posible dejar una marca visible de ese amor.

Un nudo en la garganta se formó. Nunca más sería suyo.


***

Los días que habían pasado desde aquella tarde que lo conoció. No podía sacar a esos ojos amatistas que se habían enterrado en lo más profundo de su alma.

Había salido a caminar por la parte más solitaria del parque donde lo había encontrado.

Y ahí estaba él, parado, con el rostro levantado hacia el cielo. Desde el primer segundo en que lo vio, supo que él también había salido con la esperanza de encontrarlo.

—Aquí estás —habló el rubio dirigiendo sus pasos hasta él.

Sus ojos se cruzaron y enseguida ambos supieron que ese repentino amor, aunque era correspondido, nunca podría ser demostrado abiertamente.

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~HUBIERA SIDO MEJOR NUNCA TOCARTE, DE ESA MANERA, NUNCA SE HUBIERA QUEDADO MARCADA EN FUEGO TU ESENCIA EN MI FRÁGIL CORAZÓN~
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Que gran tristeza traía consigo la felicidad de hacerlo suyo. Si se hubieran conocido antes, si esta historia hubiera tomado un rumbo diferente… pero no; tenían parejas e inclusive hijos de los que jamás se arrepentirían.

¿Tan grave era amarse?

Yuki cerró sus ojos y un suave gemido salió de sus labios. Finalmente, él había alcanzado el orgasmo. Saliendo, se recostó en el húmedo y cansado cuerpo de Shu, sintiendo como su reparada agitación iba adquiriendo su ritmo normal.

El de cabello rosa recorrió la amplia espalda del rubio con sus ambas manos, siguiendo la forma de su columna. La piel del rubio se erizó, provocando que Shuichi sonriera.

***

—Y aquí estás tú. —Le sonrió amargamente—, aunque no esperaba volver a verte…
—Estamos casados. —Yuki miró su anillo—. Tenemos hijos, nuestras propias vidas… que un buen día se cruzaron por una extraña casualidad.
—Aunque la verdad yo creo… que esto hubiera surgido aún si nos hubiéramos conocido teniendo setenta años.

Rió. Fue bello poder escucharlo.

Tomó su pequeño rostro entre sus manos y su dedo índice jugueteó con sus labios.

—Esto está mal y lo sabes perfectamente.
—Lo sé. —Yuki lo miró fijamente—. Es un error —acercándose poco a poco—, pero por favor, permíteme equivocarme…

Primero, esos labios temblorosos se rozaron, pero rápidamente Shuichi permitió la entrada de la lengua del rubio.

Ese beso, que sólo llegaba a confirmar lo que era más que obvio… se enamoraron de la persona equivocada.

***
~…PERO TE CONOCÍ, TE BESÉ, TE AMÉ… A SABIENDAS QUE CADA MAÑANA DESPERTARÍAS EN LOS BRAZOS DE ALGUIEN MÁS~
***

—Te amo Shuichi…
—Por favor… ya no lo digas más… solamente harás que el adiós sea más difícil.
—Dímelo.
—Yuki…
—Dímelo.
—Te amo.

Mañana, ya no estarán juntos. Mañana serán unos desconocidos.

Olvidaran cualquier razón que podría suponer una unión entre ellos y no se miraran ya más porque simplemente serán una persona más.

Pero no esta noche.

Se besaron. Aceptando que se amaban. Sabiendo que acababan de traicionar a las personas que no se lo merecían.

***

Los días avanzaron, encontrándose cada vez más en ese desolado parque, aumentando de manera incomparable el amor… hasta que ellos mismos lo notaron… que se estaban dejando llevar… que estaban abandonado a sus familias… siendo unos egoístas…

…y aceptaron sacrificar sus sentimientos, por el bien de sus hijos…

Ese ultimo día… ese último momento…

Decidieron entregar por completo su amor… decidieron ser uno… y después… aunque fuera imposible… olvidarían lo sucedido para poder continuar con sus vidas…

***
~EL AMOR ES UN CRUEL SENTIMIENTO. EL SABER DE TU EXISTENCIA HA SIDO EL CASTIGO DE MIS ACTOS. TE VERÉ POR EL RESTO DE MI VIDA SIN PODER TOCARTE. SABRÁS QUE TE AMO, PERO NUNCA TE LO PODRÉ DEMOSTRAR. EN TU MENTE MI RECUERDO POR SIEMPRE SE QUEDARÁ Y JAMÁS PODRÁS OLVIDARME. ÉSA ES NUESTRA PENITENCIA POR HABERNOS AMADO. ES EL RESULTADO DE NUESTROS ERRORES. PORQUE AMAR ES NUESTRO MÁS GRANDE PECADO. ~
***

—¡Papi, Mami! —Reía feliz un pequeño niño, sus dos padres lo tenían tomado por sus manitas—. ¡Hace mucho que no salíamos a parque los tres juntos!
—¡Lo sé amor! —Sonreía la mujer feliz.
—Kiyoshi. —El padre, de cabello rosa, simplemente contemplaba a su alegre familia—, ¿te gustaría algo?
—¡Un helado! ¡Vamos por un helado!
—¡Está bien!


—Papi, mami… ¡Cómprenme ese globo! —Sonreía enormemente una bella niña.
—Si eso quieres, está bien —decía su rubio padre.
—Vamos por él, amor. —Una hermosa mujer la miró divertida.


Ambas familias se cruzaron.

Pero nadie notó… las miradas discretas que los dos hombres tenían.

Jamás alguien se percató… de que cerraron sus ojos al momento que sus manos se rozaron.

Que el aroma que aspiraron… fue suficiente para mantenerlos vivos un día más.

Que esa ausencia los está matando lentamente.

Que la persona que pasó a su lado… era su verdadero amor.

Pero de ahora en adelante… por sus hijos, por las personas que los aman…

Tendrán que separarse.

Vivirán sin poder pertenecerse.

Quizás, algún día, si su amor sobrevive tal tortura… podrán estar juntos.

Pero no hoy, no esta mañana…

Porque este día…

… son sólo dos desconocidos… que se cruzaron por el parque…

Nada interesante...

Después de mucho tiempo, por fin he decidido volver a animarme a mantener vivo mi blog de muchas cosas, pero quería desquitarme con esto para poder contar mis bobas razones.
Desde este año, comencé a pensar retirarme del mundo de la escritura, dejando a un lado todo lo que mantenía con mucho entusiasmos meses atrás. Y lo iba a cumplir porque dejé mucho tiempo sin escribir casi nada y posiblemente mis lectoras ya se han olvidado de la mayoría de mis historias.
Pero, afortunadamente encontré a varias personas los últimos meses, personas que me animaban sin saberlo, que me sacaron del pozo donde me había hundido sin entenderlo realmente.
Me hicieron sonreír cuando ya no podía hacerlo. Lo cierto es que estoy agradecida con mis queridas amigas mucho más de lo que ellas lo imaginan.
Fueron ellas quienes lograron despertar una vez más mi amor por la escribir, esa pasión que le tenía a mis historias y creí haber perdido. Lo cierto es que poco a poco, he vuelto a tomar el rumbo de mis escritos, recordando alegremente cuanto disfrutaba escribir.
En, fin. Si mis amigas leen esto de casualidad, sabrán que me refiero a ellas (¡Sí, a ustedes malditas!) y por ende, les manda un fuertísimo abrazo en señal de que en verdad las quiero mucho.
Gracias por devolverme una parte de mi vida.

17 de febrero de 2010

Sin ti

Hoy he descubierto, que continuas pensando en mi.
No lo sabes aún, pero me alejaré de ti lo más pronto posible. Por favor, no llores por mi porque sinceramente, no merezco tus lágrimas.
Te lo repetiré hasta el cansancio o hasta que hallas desarrollado por mi este sentimiento: Odio.
Quizás, con esta última petición también me vuelvo egoísta. Porque el odio me mantendrá en ti.
Sonreiré al saber que aún piensas en mi...
No puedo pedirte que me olvides, aunque eso sea lo mejor para ti.
¿Desde cuando me convertí en una persona tan horrible?
¿Qué me hiciste para que me volviera así?
Mi corazón seguirá latiendo... aunque jamás con la misma intensidad que cuando tu llegaste a mi lado...

16 de febrero de 2010

...

Egoísta.

Eso es lo que aprendí a ser estando sólo a tu lado y ahora más que nunca lo has comprobado porque sin dar una explicación que pueda parecer lógica y coherente, me alejo de tu lado.

Te doy razones a medias y busco palabras que puedan lastimarte para que desees con todo tu ser jamás haberme conocido.

Es mejor encontrar la manera en que tu puedas aborrecerme a darte las verdaderas explicaciones que podrían sonarte más absurdas que las falsas.

En un futuro muy distante, cuando me recuerdes, no quiero que lo hagas con una sonrisa ni mucho menos con un lágrima. Será con desdén, seré entonces, sólo un pedazo más de tu vida que dejaste atrás junto con tus pasos.

Te dolerá, inclusive más de lo que ahora me duele... pero es lo mejor tanto para ti como para mi.

15 de febrero de 2010

Final

Me pregunto si me odiaras.
Probablemente lo hagas. Sé que finalmente fue mi error por haber comenzado algo que no sería capaz de terminar, pero simplemente quería saber lo se sentía el ser querido por alguien como tú. Hasta ahora me doy cuenta del ser egoísta en el que he llegado a convertirme.
Ya no podré estar más a tu lado.
Odiame.
Eso es lo que deseo.
Porque aunque jamás llegué a ser tu oxigeno, si me volví una necesidad.
¿Puedo herirte...?
Lastimame por favor.
Vuelvete una enorme cicatriz para así saber que te tendré conmigo siempre.
No lucharé por sacarte de mi corazón, lo prometo.
Sólo... odiame.
Y que ese odio, se convierta en el sentimiento más fuerte que jamás hallas sentido por mi...