Mostrando entradas con la etiqueta Gravitation. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Gravitation. Mostrar todas las entradas

25 de enero de 2011

Tan dulce como siempre

Fanfic de Gravitation escrito por mí. Los personajes de Gravi no me pertenecen, son de Maki Murakami ^^


~TAN DULCE COMO SIEMPRE~

—∞•∞—

Por:
PukitChan

—∞•∞—


Cuidadosamente, se quitó las gafas oscuras que ocultaban su rostro para contemplar sin impedimento alguno, la última hoja del árbol que caía en movimientos ondulantes hasta el asfalto. Sus cabellos oscuros se agitaron y sus labios se abrieron emitiendo una exclamación que apenas pudo ser escuchada por el mismo que la había dejado salir.

Bajó la vista hasta su reloj de pulso. Las seis menos quince minutos. Sonrió apenado al darse cuenta de que había llegado más temprano de lo estipulado, cuando usualmente, ni siquiera podía ser puntual en los compromisos verdaderamente importantes. Eran nervios, sí, eso era justamente lo que sentía.

Porque estar parado en un escenario con miles de personas no le provocaba esta sensación de vacío en su estómago, no. En un concierto, era excitación y adrenalina lo que corría por sus venas siempre que sus fans coreaban una canción cuando él lo indicaba. Tenía emoción de ver las lágrimas y el entusiasmo que provocaba tan solo con poner un pie y gritar el nombre de su banda.

Ahora, lo que en estos momentos sentía, distaba mucho de aquella cálida sensación. Sus manos no podían dejar de apretar sus lentes de sol, relamía una y otra vez sus labios, mirando a todas direcciones y a su vez, no observando nada en realidad. Creía que el oxígeno se había acabo o quizás, sus pulmones dejarían de fallar muy pronto. ¿Y si no llegaba? ¿Y si no se presentaba? ¿Qué tal si todo fue una mala broma telefónica, ésa que con un anhelo secreto él había esperado por mucho tiempo? ¿Sería que habían jugado una vez más con sus sentimientos?

Mordió su labio inferior y se apresuró a contradecirse a sí mismo. Conocía esa voz desde siempre y le era prácticamente imposible no reconocerla. Aunque había pasado mucho tiempo desde la última que hablaron frente a frente, la existencia de ambos era tan notoria como el espectacular encima del edificio más imponente de Japón, en el que se anunciaba la gira de despedida del grupo Bad Luck.

Creía en él, claro que creía en él. Sin importar cuantos años llevaran separados, con cuantos amantes su camino se había cruzado, en el fondo sabía que el amor que le profesaba al escritor era el verdadero. Pero años atrás, Shuichi comprendió que necesitaba extender sus alas hasta que éstas pudieran volar. Si hubiera seguido con Yuki, jamás hubiera saboreado todos aquellos deliciosos momentos de la vida y el escritor seguramente no habría podido aprender a valorarlo como era debido. Necesitaba darse cuenta de que el cantante tenía la suficiente fuerza para brillar por sí solo.

Al inicio, por supuesto que dolió. Aquella separación lo dejó incapacitado para sentir durante más de un año, pero debía demostrarse, sobre todo a sí mismo, que no dependía de alguien más para vivir. Estados Unidos era un buen comienzo, por supuesto. La misma empresa que años atrás deseaba tener a Shuichi como cantante, le ofreció una oportunidad invaluable al grupo y eso era por lo que había estado aguardando, por una oportunidad no sólo para él, también para sus amigos, sus hermanos.

Lárgate, como si me importara”

Tragó con lentitud su saliva, al recordar las palabras que fueron el detonante. Intentó por todos los medios de convencerlo, de ir juntos a América, pero Yuki se comportó como si apenas lo hubiera escuchado. En sus años de relación, Eiri lo lastimó de muchas maneras, pero creía que siempre fue sincero en relación a su profesión. Los años le enseñaron que efectivamente, lo fue. Ese día, Shuichi aprendió que no debía perder maravillosas experiencias por una sola persona… y que esa persona también lo sabía.


Muy a su manera, actuando con frialdad, fingiendo que no importaba nada, Yuki silenciosamente había hecho el sacrificio de darle su libertad. No se sentía capaz de seguir el ritmo de vida del cantante, ni de tener la fuerza suficiente para ser su soporte cuando no podía sostenerse ni a él. Al menos no en ese tiempo, no de esa manera.


Entonces, la separación fue inevitable aunque no como la imaginaba. Eiri no lo corrió de su departamento y Shuichi no lloraba ni gritaba acerca del final. Tomó sus maletas en completo silencio, se asomó al estudio, en donde el escritor trabajaba sin parar y sencillamente le llamó.

«Yuki, me marcho»


El rubio, por primera vez atendiendo a su voz desde el inicio, desvió sus ojos de la pantalla y los ubicó en el cantante, de la misma manera en que lo había mirado en esos años de relación. Asintió con el rostro, apenas de manera visible y regresó a su escrito… tan poco interés por la situación a la que se encontraban enfrentando, sólo logró que Shuichi se fuera más decidido que nunca, dejando caer la primer lágrima de sus ojos, pero la última que tocó el frío piso de aquel departamento.


Después, el llanto desesperado fue amortiguado en el hombro de Hiro, quien pensaba que sólo era otra situación más de las tantas que ya había visto y consoló al cantante de la misma forma que lo había hecho siempre; decirle que era necesario hablar con Yuki antes de tomar una drástica decisión… pero lo que en esos momentos el pelirrojo no sabía era que en realidad, la decisión ya ha había sido tomada de manera definitiva.

Shuichi sonrió melancólico. Su mejor amigo Hiro, aquél que le extendió la mano en los momentos más oscuros de su vida, el que escuchó sus mayores locuras y no sólo se limitó a apoyarlas, también formó parte de ellas. También aprendió que el guitarrista había hecho mucho por él, más allá de todo lo imaginado y Shuichi a cambio de todo aquello, aprendió a velar también por la felicidad de éste.

Suguru, ah, el buen Fujisaki. El menor del equipo que también los apoyó pues ya era parte de Bad Luck y pese a su seriedad, aprendió a cambiar y a seguir las aventuras de su alocado líder, aunque no siempre con la energía que se supone debería. Aun así, deseó superarse junto con ellos, atrás había quedado la época en la que vivía bajo la sombra de Touma, donde ellos eran los teloneros de Nittle Grasper, pues estaban listos para llegar al siguiente nivel, apoyados por supuesto por K y también, ¿por qué no decirlo? Con la ayuda de Rage.

Y lo lograron. El nombre de Bad Luck fue pronunciando por todos los labios.

En aquellos tiempos, Shuichi trabajaba el doble e inclusive el triple de lo que jamás se le había visto nunca, todo por alcanzar el éxito y no pensar siempre en Yuki. Su corazón poco a poco fue sanando, aunque por supuesto el tiempo fue necesario. Después de un año y meses, descubrió que podía pronunciar el nombre del escritor sin que lo lastimara, que podía rememorarlo sin derramar lágrimas y lo más importante: empezó a ver todo lo que falló de su relación, sus defectos sobre todo. Siempre le había reclamado al rubio de su actitud, pero realmente nunca se vio a sí mismo y ahora lo hacía… podía ver todos los detalles se habían eclipsado por la constante presencia de Eiri.

Entonces, sus fuerzas comenzaron a regresar. Su deseo por continuar se hizo más fuerte que antes y fue cuando la vida le concedió la oportunidad de comprobar si realmente amaba al escritor. Alguien más se presentó en su destino, alguien que le enseñó una forma diferente del amor, una más dulce y menos tormentosa, una más fiel y sincera. Se prometió a sí mismo, no comparar jamás su relación con la más intensa que había tenido y no lo hizo jamás. Aprendió a disfrutarla, a sentirla hasta que ésta llegó a su fin, por la razón por la que muchas otras más lo hicieron; su corazón, su hermoso corazón latiría en el fondo por Eiri Yuki.

Y después de cuatro años de un gran éxito, de personas que habían entrado en su vida y salido de ella, fue cuando Shuichi tuvo el coraje suficiente para llamarlo. Sabía que se había mudado, que como él, el escritor estaba dispuesto a cambiar su vida, así que le pidió a K el favor de conseguirle su número telefónico y nadie se atrevió a contrariarlo. Estaban conscientes de que Shuichi ya no era el mismo niño de antes.

Aún… aún recordaba claramente esa llamada. Shuichi esperó a estar en su apartamento a solas, a relajarse cuando el marcó el número que le comunicaría a Japón. Sus dedos temblaron cuando presionó los botones en la habitación a oscuras. Y tuvo que hacer uso de todo su coraje para no colgar cuando el teléfono comenzó a sonar. Un timbre, dos timbres, tres timbres…

Por el momento no pueden contestarle, por favor deje su mensaje…



Se sintió decepcionando y con un gusto amargo en la boca. Ni siquiera era la voz de Yuki la que hablaba, era la contestadora nada más. Pese a esto, Shuichi aclaró su garganta y se dispuso a dejar un mensaje.

Yu… Yuki… soy Shuichi. ¿Cómo has estado? Oí que uno de tus libros fue el más vendido del año… me da mucho gusto por ti. Espero te encuentres bien… eso es todo, ad…”

—Shuichi…

No podía describir todo lo que pasó por su mente ese día, la forma en la que sus sentimientos se alteraron cuando esa voz profunda pronunció su nombre una vez más. Guardó silencio demasiado tiempo, al igual que el escritor, quien parecía que sólo había tomado aire para decir esa única palabra.


–¿Qué tal? –preguntó el cantante con voz suave.

Bien… ¿y tú? –Eiri, nunca perdiendo su toque, siempre manteniéndose digno ante cualquier situación.

>

De igual manera, gracias...

–…

–Bien, me dio gusto saludarte Yuki… adiós.

–Adiós.


Había sido la llamada más seria y a la vez, en la que más había sentido al escritor. Lo que Shuichi nunca supo fue que Yuki permaneció de la misma manera que él: mirando el teléfono, sintiendo en su garganta palabras que quizás jamás podían ser pronunciadas.

De ahí en adelante, lo único que ambos sabían el uno del otro, era por los chismes puestos en las revistas acerca de un triunfo colosal, un romance recién descubierto o una entrevista dada. Jamás volvieron a buscarse, nunca más se llamaron, permanecieron con el recuerdo de aquel amor en sus corazones como si su historia hubiera sido sólo un romance de verano, dejando que el tiempo hiciera lo suyo, magnificara los recuerdos y sanara el dolor del pasado al darles una nueva visión de las cosas, un nuevo punto de partida. Los nudos dejados en el pasado fueron deshechos y al mirar atrás, se reconocía el esfuerzo realizado.

Y entonces, la vida una vez más retomó su curso.

Desde su separación y el éxito mundial de Bad Luck, los días se volvieron meses y estos a su vez se convirtieron en años… en diez largos años. Diez años de esplendor en los que Bad Luck inundó al mundo con su música… diez años en los que Eiri Yuki emocionó al mundo con historias jamás contadas.

El final se acercaba. Después de una década entregada sus fans, el anuncio de la gira del adiós del grupo de Japón que había trascendido fronteras, se dio. Y Shuichi regreso una vez más a su país natal, ahora lleno de triunfos y con una historia digna de contar, orgulloso de sí mismo.

Fue recibido con gritos, algarabía, deseos de cuando menos estar a diez metros de él. Claro que en esos momentos tuvo más trabajo que nunca pues su tiempo se iba en entrevistas y promociones. Y al final de todo esto, iniciaría su gira mundial de un año y entonces, todo por lo que había luchado, todas cosas que había dejado a un lado con tal de cumplir su sueño… todo, habría acabado.

Y fue cuando esa llamada apareció.

Shuichi se encontraba en el balcón del apartamento que había alquilado para su estancia en Japón, con un cigarro en sus labios, con el viento moviendo las hebras oscuras que simbolizaban su cabello, cuando el teléfono sonó. El cantante desvió la mirada hacia dentro, dejando caer el cigarro y caminando hacia el aparato. Tuvo el presentimiento de que no debía contestar, pero ignorando eso, se limitó a mover su mano y hacerlo de una buena vez.

–¿Sí?

Hasta que contestó, cayó en cuenta de que pasaban de las once de la noche, ¿quién hablaría a esas horas en primer lugar?

–Tiempo sin escucharte –contestó la voz del otro lado.

E igual que muchas otras veces, Shuichi sintió que el aire se le terminaba y que los latidos de su corazón se aceleraban. Tragó saliva incomodado mientras el calor se acumulaba en sus mejillas, cerrando los ojos y abriendo una y otra vez los labios sin que su voz pudiera ser modulada.

–Yuki… –dijo con cuidado, casi como si temiera romper el nombre y su recuerdo al tan sólo pronunciarlo–. ¿A qué debo t-tú… llamada?

–¿Podemos vernos, Shuichi?

El cantante temeroso, quiso gritarle a quién estuviera haciendo esa pesada broma que lo dejara en paz, aunque en el fondo estaba seguro de que era Yuki quien le hablaba, no podía creerlo. Jamás había esperado que algo así fuera a ocurrir. Lo había soñado, e inclusive algunas ocasiones se había atrevido a imaginar cómo sería algo así, pero la verdad era que en ninguna de esas fantasías, estaba el escritor tomando la iniciativa.

Quizás el rubio pensó que Shuichi había colgado por la cantidad de tiempo que le llevó poder contestarle, pero finalmente, cuando lo volvió a escuchar, con una voz que en ningún momento llevaba rencor, pudo comprobar que los años los había cambiado a ambos… tal vez en esta ocasión para bien.

—E-está bien… ¿cuándo y en dónde?

—Mañana… a las seis, en el parque donde nos conocimos.

—Hasta mañana, Yuki.

—Adiós.

Esa noche, Shuichi cerró sus ojos, inhaló profundamente y trató de dormir, aunque solamente lo consiguió cuando el amanecer estaba por llegar. Al despertar de un sueño ligero, miró el sol colándose a través de la ventana, imaginándose todas esas mañanas que despertaba al lado del rubio. Suspiró y al levantarse, sentía que las fuerzas abandonaban en ese preciso instante su cuerpo, pareciendo que era mejor quedarse en cama. Pero no se iba a dejar vencer sólo porque aquello fallaba, porque el recuerdo de la llamada de la noche anterior aún le perturbaba.
v
Miró el espejo y se sonrió tímidamente. Después de diez largos años, por fin había llegado el día del reencuentro. Y no era casualidad, ni mucho menos parte del destino. Ambos lo habían decidido y el que después de tanto tiempo se hayan buscado, era favorable.

Con las energías renovadas, Shuichi ese día se dispuso a prepararse. No quería parecer demasiado extravagante, ansioso por verlo, pero si quería darle a demostrar a Yuki con una sola mirada, que ahora era distinto... pero, ¿hasta qué punto?

La hora citada se acercaba. Vestido sencillamente con un pantalón negro y una playera azul, Shuichi caminaba por el parque que lo había llevado a su destino. Sonreía, recordando esos caminos alguna vez recorridos y nunca olvidados. Se detuvo bajo un árbol, mientras se quitaba sus gafas oscuras.

Las seis menos diez minutos.

El recuento que había hecho de su vida en los últimos minutos, había sido más breve de lo que había esperado y llegó pronto a la deducción de que, solamente los hechos más relevantes había sido resguardados en su frágil memoria que se llenaba de más recuerdos a cada segundo que pasaba.

Miró nuevamente a todos lados. El escritor había fijado una hora y era puntual. Y aunque Shuichi también lo había sido, el hecho de haber llegado antes le recordaba la enorme posibilidad que tal vez, el escritor no se presentara. Tronó los dedos de su mano izquierda nerviosamente, decidiendo sentarse en esa banca fría y vieja, contemplando el paisaje.

—Llega, por favor… —musitó, cerrando sus ojos y dejando que sus palabras fueran arrastradas por el viento.

Silencio y más silencio. Tanto, que el cantante no se atrevía a abrir los ojos, pero tampoco lo hizo cuando unas pisadas en un ritmo vagamente rememorado, le indicaban que alguien se acercaba. Su cuerpo tembló involuntariamente, sus parpados se negaban a moverse. No quería que sus ojos creyeran que sólo era una ilusión. Tenía miedo que al abrirlos, descubriera que todo se trataba de un sueño y nada más. Por eso, quería seguir con los ojos cerrados, escuchar, imaginar… sentir. Sentir esa realidad que estaba viviendo, ese inesperado momento… ese deseo por fin escuchado.

Los pasos se detuvieron junto a él. Una presencia se sentía a su lado y de los ojos cerrados de Shuichi, una lágrima resbaló, recorriendo su mejilla. Una aroma masculino, fuerte, agradable y con un toque de café y cigarrillo que le había hecho falta en sus noches de más oscura soledad, invadió su sentido del olfato. Su labio inferior tembló visiblemente. Todo ese tiempo separado de quien más había amado parecía haberse esfumado por completo. Escuchó una exhalada profunda y de pronto, las yemas de unos dedos detuvieron su lágrima en la barbilla, antes de que cayera.

—Yuki… —pronunció.

Sólo era un roce, un sutil contacto entre dos pieles que se llegaron a conocer tan perfectamente, que ahora que se tocaban, parecían sorprenderse de que hubiese ligeros cambios entre sí.

—Mírame –pidió.

Una voz ronca, sensual, una voz que había llegado a estremecerlo con tan solo oírla susurrar sobre su oído. Años reproduciéndola en su mente, pero sin la misma fuerza con la que ahora la escuchaba. Y entendía porque tan sólo con eso, lo ponía de rodillas. Todos esos pequeños detalles, hacían que Shuichi simplemente estuviera rendido ante el escritor.

Sin embargo, negó con la cabeza, sin responder nada, sólo no quería verlo.

—¿Por qué? –volvió a preguntar la voz del mayor.

—Temo que no estés aquí de verdad… —respondió.

Yuki se sentó junto a Shuichi, levantando un brazo para rodear su cuerpo y acercarlo a él. Dejó que la cabeza del cantante reposara, ahí donde estaba su corazón y sus, aún pequeños brazos, rodearan su cintura. Fue todo cuanto hizo, sin pronunciar palabra alguna. Acompañó al más joven en su silencio, sintiendo como unas lágrimas tibias mojaban su pecho.

—Creí que nunca te volvería a ver… —susurró ahogadamente.

—Yo también… —dijo el escritor con sinceridad. Y es que en verdad lo creía. Sólo cuando descubrió que Shuichi, su Shuichi había regresado a Japón, una nueva esperanza surgió en su corazón.

Y de las cenizas, el fuego resurgió.

Una vez calmado, Shuichi levantó el rostro, abriendo temeroso sus ojos amatistas. Sus pupilas vibraron intensamente y sus mejillas se ruborizaron cuando se descubrieron tan cerca del rubio, quien, con un rostro todavía inexpresivo, también lo contemplaba y lo aferraba con muda sorpresa a sus brazos.

El cantante levantó una mano, para acariciarle el rostro, para comprobar que él en verdad estaba ahí. Esbozó una sonrisa que reflejaba su timidez, su anhelo y sobre todo, la felicidad de volverlo a ver. Se miraron así un largo rato, buscando en el alma del contrario que ahí todavía permanecía ese sentimiento, ese intenso amor, ese calor que en su momento, llegó a sofocarlos, pero que ahora quizás, podrían saber manejarlo de una mejor manera. Shuichi fue el primera valiente en dar el segundo paso.

—Aún te amo.

—También yo.

Yuki ladeó su rostro, entrecerrando su mirada y abriendo sus labios. Se acercó al rostro del cantante, quien enseguida entendió las intenciones del rubio, pero… ¿debía aceptar? ¿Así, de esa manera? ¿Qué pasaría después? ¿Continuarían con vidas separadas o una nueva etapa les aguardaba? Finalmente había llegado aquello que sería determinante para la vida del cantante. Aquel punto y aparte como en su momento lo fue aquella dolorosa separación. Después de todo el tiempo, todas las lecciones se reducían a esto.

Sí o no.

Shuichi se ruborizó lentamente, sus labios se acercaron a los de Eiri, iniciando con un tímido roce, inocente. Sus labios se movieron temblorosamente y ambos se dedicaron a explorarse suavemente, aquella primera vez que todo parecía concordar como era debido, aquel suave toque que hacía de esta unión algo mágico, aquella humedad nunca olvidada, sabores, líquidos y cálidos alientos reencontrarse.

Sí, si quería arriesgarse. No, no sólo lo quería; merecía esa segunda oportunidad por la que tanto tiempo luchó, más en esos segundos, no tuvo conciencia de que aún quedaba algo; algo no mencionando pero que quizás sería lo último que acabaría por poner en orden las piezas.

Al separase, sintieron el vacío que a ambos les ocasionaba su lejanía. Shuichi, con sus ojos cristalinos miró el rostro del escritor, buscando en él las respuestas de todas esas preguntas nunca planteadas pero siempre presentes.

—Te quiero de vuelta, Shuichi… te amo.

No gritó, no se desesperó por las palabras dichas, pero sí murió de amor. Shuichi sonrió y cubrió su cara húmeda por las lágrimas con una mano. Pensar que todo lo que tenían que haber hecho, era aprender a entenderse en el silencio, saber que se amaban con locura en los pequeños detalles de su vida diaria. No todo tenía que ser perfecto, y eso lograba que momentos como éste, fueran tan únicos y especiales.

—Un año –susurró el cantante, en medio de su suave llanto.

—¿Qué…?

Shindou levantó su hermosa mirada, para cruzarla con la de Eiri y finalmente, darle espacio al punto de esta historia.

—Espera por mí un año más. –Tembló, le dolía lo que hacía, pero era necesario.— La gira de despedida de Bad Luck será de un año… después de eso… adiós música, adiós prensa, adiós fama.

Suspiro profundamente y su mano tocó la de Eiri.

—Yuki… ¿podrías esperarme un año?


—∞•∞—


¿Cuánto tiempo ha pasado desde entonces?

¿De vez en cuando miras hacia atrás?

¿Sonríes al hacerlo?


No importa cuánto tenga que pasar… te seguiré esperando… hasta que llegue mi final.


—∞•∞—


Tic… tac… tic… tac…


Tiempo. El tiempo es eterno. Es una misteriosa fuerza que nadie jamás podrá controlar. Se escurre de nuestras manos, le da arrugas nuestro cuerpo, cicatrices a nuestra alma y experiencias a nuestro corazón. Nos hace olvidar y superar el dolor, magnifica los recuerdos; les da un consuelo a los torpes del amor.

El tiempo nos quita la juventud de nuestros cuerpos, drena la energía de nuestra adolescencia, nos arrebata cosas… pero al final, inocente y juguetón, nos regresa todo lo que amamos, como si nunca se hubiesen apartado de nuestro lado.


Tic… tac… tic... tac…

Una brisa cálida se coló a su alcoba, obligándolo a abrir sus parpados. Sus ojos, envueltos en una fina red de arrugas, mostraron unas pupilas amatistas, aún hermosas, contemplar el rostro de quien yacía recostado frente a él. Sus labios estaban viejos, su piel marchita, pero que seguía profesando con una mayor intensidad el amor que desde siempre se alojó en su corazón.

El otro, que también estaba recostado, levantó una mano para acariciarle los cabellos ahora blancos, pero aún sedosos. Una sonrisa, que todavía parecía extraña en él, adornó sus labios.

—Shu… —Cansada era su voz. El peso de los años hacia mella en su cuerpo, pero no en sus sentimientos.

—Yuki –contestó la voz dulce, pero igualmente rasposa y vieja.

Sus manos se entrelazaron, como en aquellos momentos en los que se juraron amor eterno, como aquella vez, que decidieron que querían unir sus vidas para siempre.

Y por fin, había llegado el para siempre.

—Te amo… —dijo el quien alguna vez fuera, un famoso escritor.

—Te amo –Sonrió.— Estoy feliz de que también nos iremos juntos.

—Prometiste estarlo hasta el final.

Ambos cuerpos temblorosos y débiles se acercaron, para darse el último beso de su vida terrenal. Al separarse, se abrazaron fuertemente, mientras sus ojos se cerraban poco a poco, para darle la bienvenida al adiós.

El primer día de la primavera, dos ancianos llamados Shuichi Shindou y Yuki Eiri, murieron juntos, en su misma cama, amándose hasta el final.


—∞•∞—

…hasta que en una nueva vida, nos encontremos una vez más…


FIN



23 de junio de 2010

LO QUE NO DEBIÓ SER

(Este fanfic de la serie Gravitation, es uno de mis favoritos y le tengo mucho cariño...)
LO QUE NO DEBIÓ SER

—¿Tú crees que está bien lo que hacemos? —decía un hermoso joven de ojos amatistas.
—No —respondió con sinceridad el hombre que lo acompañaba—. Al hacerlo, estamos lastimando a muchas personas —colocó un cigarro en sus labios—, pero… jamás me voy a arrepentir.
—A pesar de todo… nunca podría considerarlo un error.

***
~ERES MÍO, PERO NO ME PERTENECES~
***


Casi todo había dejado de importar desde el momento que entraron a esa habitación de un hotel cualquiera.

Un beso cargado de dolor, pasión, deseo, amor y desesperación, los unió por varios minutos.
Con agitada respiración, se separan para mirarse.

Yuki Eiri levantó su mano izquierda mirando el discreto anillo que lucía en el dedo anular. Lentamente se lo quitó, dejándolo caer al suelo. Sus ojos dorados se posaron en la mano del chico que se hallaba frente a él.

Shuichi Shindou, tembló ligeramente pero al fin de cuentas hizo lo mismo que el rubio. Dejó caer la pequeña prueba visible de que, toda su vida pertenecía a alguien más. Tiraron al suelo el anillo de matrimonio que ambos poseían, el que indicaba frente a la ley y a la sociedad que su existencia esta unida a otra persona, que no era la que en este momento miraban.

La cama emitió un sonido al momento en que Shuichi era suavemente recostado en ella. Sintió como su cabello rosado era acariciado.

Atracción. Esa sería la palabra más ideal para describirlos. Su vida había renacido desde que esos iris dorados se toparon con los amatistas…

***

Una bonita niña corría por el tranquilo parque. Sus pequeños pies seguían desesperados a un gatito gris que huía rápidamente.

—¡Neko-chan! —gritaba la niña—. ¡Espera, Neko-chan!

Unos brazos, igualmente pequeños, lograron capturar al gato.

—¿Es tuyo? —un niño se acercó a la pequeña que se encontraba cansada.
—¡Sí! —ella le sonrió, tomando al gatito.
—¡Satsuki! —una voz llamó la atención de la niña.
—¡Kiyoshi! —y otra la del niño.
—¡Papá! —gritaron ambos, pero mirando a direcciones diferentes.
—¿Porqué saliste corriendo? —reprochó el rubio.
—¿Dónde te habías metido? —le regañó un hombre de cabello rosa.

Ambos corrieron a los brazos de sus respectivos padres, que en ese instante, por la preocupación que sentían, sólo podían ver a sus hijos.

—¡Fui por Neko-chan! —el gato estaba acurrucado entre los brazos de la niña—. ¡Pero él me ayudo!
—¡Le devolví su gato a ella!

Levantaron su vista al mismo tiempo y simplemente... el mundo a su alrededor despareció…

***
~PORQUE NOS CONOCIMOS EN EL MOMENTO EQUIVOCADO~
***

Su húmeda lengua recorrió uno de los pezones de Shuichi, para después morderlo sin aplicar mucha fuerza. Habían pasado noches soñando y deseándose mutuamente, anhelando tocar aquello que era inalcanzable y prohibido.

***

—Muchas gracias. —El rubio, con la niña entre sus brazos, se acercó al hombre que también cargaba a su niño—, parece que tu hijo ayudó a mi hija.
—Descuida —decía sin dejar de mirarlo, esos ojos lo tenían hipnotizado—. Es bueno saber que la pudo ayudar.
—Eiri Yuki…
—Shuichi Shindou…
—¡Waaah! —La pequeña gritó—. ¡Está lloviendo! —tratando de cubrirse.
—¡Papi! —El niño se aferró a Shuichi.
—¡Cerca de aquí hay un lugar donde podríamos refugiarnos! —gritó Yuki y empezó a correr seguido por el otro.

***
~TAL VEZ, FUE EL DESTINO O EL PODER DE LA ATRACCIÓN~
***

Un pequeño gemido escapó de su labios.

—¿Estás bien? —preguntó tranquilamente el rubio.
—Sí… sólo continúa por favor…

Accedió. Moría por que él le perteneciera por lo menos por esta noche, pero debía tranquilizarse, hacer las cosas con lentitud. Disfrutarlo al máximo, porque sabía que éste era uno de los momentos que quizás, jamás en su vida volvería a suceder.

En un sensual movimiento, Yuki recorrió el miembro de Shuichi con su lengua, degustándose, probando una pequeña parte del sabor de ese chico.

El ruido proveniente de los labios de Shu, muestra de que estaba disfrutando ante tal acto, solamente lo hacían desearlo con una fuerza que era incomparable a cualquier otra que hubiese sentido.

—Yu… ki… —sollozaba.

Shuichi sólo se intentaba mover, al sentirse dentro de la boca del rubio. Todas esas emociones que él jamás había experimentando con alguna persona ahora estaban siendo sentidas.

***

—¿Estás bien? —Sus ojos amatistas se dirigían a su hijo.
—¡Sí! —gritaba el niño feliz, aún con unas pequeñas gotas de agua recorriendo su cabello.
—No quiero que te enfermes. —Tratando de cubrirlo.
—Descuida papi, estoy bien —decía la pequeña, abrazando al rubio.
—Ojalá la lluvia pronto pase.

Hubo un silencio. Deseaban mirarse pero ninguno se animaba a hacerlo. En ese momento en el que se miraron… había algo más que una simple sensación de paz…

—Este… —El rostro sonrojado de Shuichi sólo miraba el agua que caía—. Muchas gracias, por ayudarnos.
—Descuida. —Acercándose para poder ver si estaba casado—. Además, te debía una por haber ayudado a mi niña.

Shuichi también logró observar el anillo que traía Eiri.

—Tu esposa debe ser muy afortunada. —Sonrió tristemente el menor.
—La tuya igual. —Miró el lindo perfil que poseía.
—¡Yo…! —Shuichi lo volteó a ver con la intención de hablar de algo, pero al darse cuenta de que ese rubio lo contemplaba, sencillamente olvidó lo que iba a decir.

***

—Shuichi —pronunció su nombre por primera vez, desde que habían iniciado con ese juego traidor—. ¿Por qué? —Sintiéndose repentinamente enojado, dejando de hacer lo que mantenía sonrojado a Shu.
—Olvídalo. —Acariciando el cabello rubio del otro—. Sólo por hoy… sólo por esta noche… vamos a ser tú y yo…
—Te amo…
—Lo sé…

***
~ES UN SENTIMIENTO QUE SURGIÓ DE LA NADA, HACIÉNDOLOS SENTIRSE COMPLETOS~
***

Ambos bajaron de sus brazos a sus hijos, que sintiéndose libres, jugaron con el gatito gris que había provocado el encuentro entre ellos, con la lluvia cayendo ajena a los sentimientos que se movían.

—¿Quién eres? —preguntó el rubio.
—Una persona que te encontró demasiado tarde. —Sonrió, mirando melancólicamente a sus hijos que habían formado una inocente amistad.

¿Cómo explicar tan incompresibles sensaciones que los habían llevado a creer en algo tan poco conocido, como lo es el amor a primera vista?

Colocó su mano en la mejilla del otro, quién sólo se permitió cerrar sus ojos amatistas ante el contacto, sintiéndose confundido por las emociones que el simple rocé de ese hombre le provocaban.

***

—Ahhh… —Shuichi derramó una solitaria lágrima al sentir uno de los dedos de Yuki invadiendo su intimidad.
—Relájate —pidió en un susurró.

Esos lentos y deliciosos movimientos, estremecían a Shuichi por completo. Simplemente se entregaban él uno al otro, dejando todo atrás por un momento detenido en el tiempo.

***

—¿Papá? —preguntaba la niña al ver que su padre tocaba al desconocido.
—No pasa nada. —Reaccionado al oír eso y alejando su mano del suave rostro de Shu.
—Kiyoshi —llamó Shuichi a su hijo, quién obedeció instantáneamente a su padre.
—¿Mande? —Se quitó el suéter y envolvió al pequeño entre él, para después cargarlo.
—Nos vamos.
—¡Espera! —Yuki trató de detenerlo—. ¡Aún está lloviendo!
—Lo lamento —dijo con una expresión cargada de tristeza—, pero yo sé que hay alguien esperándonos… tanto a ustedes como a nosotros...

El rubio mordió su labio. Si tan sólo pudiera ser parte de la vida de esa persona…

—¿Te volveré a ver?
—Espero que no. —Su voz se quebró al momento que comenzaba a correr bajó la lluvia, protegiendo a su hijo…

***
~ENAMÓRAME DE TI… HA SIDO LA DICHA Y EL PECADO MÁS GRANDE MI VIDA~
***

Con la mayor delicadez que pudo y evitando dejarse llevar por el desesperado deseo, Yuki colocaba su miembro dentro de Shuichi, sintiendo como el menor se le entregaba completamente.

Los jadeos de ambos se perdían entre el abrumador calor que sus cuerpos ofrecían.

Al sentir a Shuichi estremecerse debajo de él, supo inmediatamente que había alcanzado el orgasmo.

Y era tan maravilloso, el saber que le había provocado un placer tan inmenso. Siguió penetrándolo, esta vez con mayor rapidez.

Tocó las caderas de Shu, sintiendo el sudor que las cubría y mordiendo su cuello… pero por más que lo quería, no podía… no le era posible dejar una marca visible de ese amor.

Un nudo en la garganta se formó. Nunca más sería suyo.


***

Los días que habían pasado desde aquella tarde que lo conoció. No podía sacar a esos ojos amatistas que se habían enterrado en lo más profundo de su alma.

Había salido a caminar por la parte más solitaria del parque donde lo había encontrado.

Y ahí estaba él, parado, con el rostro levantado hacia el cielo. Desde el primer segundo en que lo vio, supo que él también había salido con la esperanza de encontrarlo.

—Aquí estás —habló el rubio dirigiendo sus pasos hasta él.

Sus ojos se cruzaron y enseguida ambos supieron que ese repentino amor, aunque era correspondido, nunca podría ser demostrado abiertamente.

***
~HUBIERA SIDO MEJOR NUNCA TOCARTE, DE ESA MANERA, NUNCA SE HUBIERA QUEDADO MARCADA EN FUEGO TU ESENCIA EN MI FRÁGIL CORAZÓN~
***

Que gran tristeza traía consigo la felicidad de hacerlo suyo. Si se hubieran conocido antes, si esta historia hubiera tomado un rumbo diferente… pero no; tenían parejas e inclusive hijos de los que jamás se arrepentirían.

¿Tan grave era amarse?

Yuki cerró sus ojos y un suave gemido salió de sus labios. Finalmente, él había alcanzado el orgasmo. Saliendo, se recostó en el húmedo y cansado cuerpo de Shu, sintiendo como su reparada agitación iba adquiriendo su ritmo normal.

El de cabello rosa recorrió la amplia espalda del rubio con sus ambas manos, siguiendo la forma de su columna. La piel del rubio se erizó, provocando que Shuichi sonriera.

***

—Y aquí estás tú. —Le sonrió amargamente—, aunque no esperaba volver a verte…
—Estamos casados. —Yuki miró su anillo—. Tenemos hijos, nuestras propias vidas… que un buen día se cruzaron por una extraña casualidad.
—Aunque la verdad yo creo… que esto hubiera surgido aún si nos hubiéramos conocido teniendo setenta años.

Rió. Fue bello poder escucharlo.

Tomó su pequeño rostro entre sus manos y su dedo índice jugueteó con sus labios.

—Esto está mal y lo sabes perfectamente.
—Lo sé. —Yuki lo miró fijamente—. Es un error —acercándose poco a poco—, pero por favor, permíteme equivocarme…

Primero, esos labios temblorosos se rozaron, pero rápidamente Shuichi permitió la entrada de la lengua del rubio.

Ese beso, que sólo llegaba a confirmar lo que era más que obvio… se enamoraron de la persona equivocada.

***
~…PERO TE CONOCÍ, TE BESÉ, TE AMÉ… A SABIENDAS QUE CADA MAÑANA DESPERTARÍAS EN LOS BRAZOS DE ALGUIEN MÁS~
***

—Te amo Shuichi…
—Por favor… ya no lo digas más… solamente harás que el adiós sea más difícil.
—Dímelo.
—Yuki…
—Dímelo.
—Te amo.

Mañana, ya no estarán juntos. Mañana serán unos desconocidos.

Olvidaran cualquier razón que podría suponer una unión entre ellos y no se miraran ya más porque simplemente serán una persona más.

Pero no esta noche.

Se besaron. Aceptando que se amaban. Sabiendo que acababan de traicionar a las personas que no se lo merecían.

***

Los días avanzaron, encontrándose cada vez más en ese desolado parque, aumentando de manera incomparable el amor… hasta que ellos mismos lo notaron… que se estaban dejando llevar… que estaban abandonado a sus familias… siendo unos egoístas…

…y aceptaron sacrificar sus sentimientos, por el bien de sus hijos…

Ese ultimo día… ese último momento…

Decidieron entregar por completo su amor… decidieron ser uno… y después… aunque fuera imposible… olvidarían lo sucedido para poder continuar con sus vidas…

***
~EL AMOR ES UN CRUEL SENTIMIENTO. EL SABER DE TU EXISTENCIA HA SIDO EL CASTIGO DE MIS ACTOS. TE VERÉ POR EL RESTO DE MI VIDA SIN PODER TOCARTE. SABRÁS QUE TE AMO, PERO NUNCA TE LO PODRÉ DEMOSTRAR. EN TU MENTE MI RECUERDO POR SIEMPRE SE QUEDARÁ Y JAMÁS PODRÁS OLVIDARME. ÉSA ES NUESTRA PENITENCIA POR HABERNOS AMADO. ES EL RESULTADO DE NUESTROS ERRORES. PORQUE AMAR ES NUESTRO MÁS GRANDE PECADO. ~
***

—¡Papi, Mami! —Reía feliz un pequeño niño, sus dos padres lo tenían tomado por sus manitas—. ¡Hace mucho que no salíamos a parque los tres juntos!
—¡Lo sé amor! —Sonreía la mujer feliz.
—Kiyoshi. —El padre, de cabello rosa, simplemente contemplaba a su alegre familia—, ¿te gustaría algo?
—¡Un helado! ¡Vamos por un helado!
—¡Está bien!


—Papi, mami… ¡Cómprenme ese globo! —Sonreía enormemente una bella niña.
—Si eso quieres, está bien —decía su rubio padre.
—Vamos por él, amor. —Una hermosa mujer la miró divertida.


Ambas familias se cruzaron.

Pero nadie notó… las miradas discretas que los dos hombres tenían.

Jamás alguien se percató… de que cerraron sus ojos al momento que sus manos se rozaron.

Que el aroma que aspiraron… fue suficiente para mantenerlos vivos un día más.

Que esa ausencia los está matando lentamente.

Que la persona que pasó a su lado… era su verdadero amor.

Pero de ahora en adelante… por sus hijos, por las personas que los aman…

Tendrán que separarse.

Vivirán sin poder pertenecerse.

Quizás, algún día, si su amor sobrevive tal tortura… podrán estar juntos.

Pero no hoy, no esta mañana…

Porque este día…

… son sólo dos desconocidos… que se cruzaron por el parque…