¿Habéis pecado sólo por amor…?

Relato creado para la consigna del mes de Octubre. "Impureza" de Adictos a la Escritura. ^w^

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¿Habéis pecado sólo por amor…?

Por:

PukitChan

«Cuando tu camino se vuelva incierto, sólo rememora una cosa: “La pureza te indica el sendero”»

–¿Y bien? –preguntó Isaías, un hombre mayor que con la mirada nublada por la ira, la vergüenza y el apoyo de su pueblo, miraba a ese chico, un adolescente, que firmemente le sostenía la mirada, pese a que en las reglas estaba escrito que al adulto mayor de clan, jamás debería haber hecho eso. En realidad, nunca debió hacer nada–, ¿no vas a declararte culpable?

–¿Culpable? –Eso indignó seriamente a Louis, quien frunció el ceño, desafiando con la mirada al hombre por el cual alguna vez tuvo tanto respeto.  –¿De qué me acusan? No recuerdo haber hecho nada.

 Y aunque sus palabras fueran ésas, lo que en la realidad pasaba, distaba mucho de ello. Sus manos permanecían atadas firmemente por las muñecas con una soga, sus pies descalzos y sus brazos lastimados luego de algunos golpes a su piel con los fuertes puños de jóvenes y adultos que le castigaron por la deshonra al clan.

 Atrás de él, alejada por un grupo de ancianas, una madre lloraba desconsolada, sabiendo que el patriarca Isaías no se tentaba el corazón cuando alguien había escogido el camino erróneo.  Y aunque desde niña fue criada para seguir y comprender las reglas, su corazón de mujer y madre entendían que su hijo sólo había seguido el camino de un hombre enamorado.

 –¡¿Te estás burlando de nosotros?! –gritó el anciano, golpeando el escritorio que estaba frente a él con ambas manos. Su cuerpo se levantó tempestivamente, sus ojos brillaron en furia y cualquier ruido se disolvió en el silencio. Los presentes, que no eran pocos, miraban expectativos lo que sea que fuese a pasar–. ¡Has cometido una falta imperdonable y aun así, ¿te crees puro y digno de estar aquí?

 A un lado de Isaías, la expresión sin sentimientos de un hombre de cincuenta años, desaprobaba con la mirada a Louis, a su hijo al que ahora negaba. Sólo había traído pena, dolor y vergüenza a su familia por un acto estúpido, fuera de leyes, incomprensible, algo que no era natural.

 –¡¿Desde cuándo amar es un pecado?! –musitó fríamente, con una chispa de calor que brotaba desde lo más hondo de su corazón.

–¡No hables del amor! –gritó el que fuera su padre–, qué lo que tú has cometido no es eso. No ensucies lo sublime con tus manos llenas de pecado y tierra.

 –¡Impuro! –gritó una voz fémina, que nadie fue capaz de reconocer.

–¡Es hijo de la traición y la impureza!

–¡Merece el más cruel de los castigos, la muerte!

Era la voz de un pueblo indignado la que hablaba contra el arrebato pasional de un hombre que amaba intensamente, tanto que logró hacer que sólo él fuera juzgado… su pareja se fue… y ahora precisamente se preguntaba y anhelaba que fuese feliz… con quien sea, donde estuviera.

–Louis, fuiste un joven ejemplar siempre… –declaró heladamente Isaías–, pero te equivocaste y ahora pagaras tus pecados. Por amar a otro hombre, por cometer la osadía y el pecado de unir dos cuerpos masculinos, mereces la muerte.

Sonrió cuando escuchó la condena de un pueblo en el que estaba prohibido el amor entre dos homosexuales. Pero no importaba nada. Él fue feliz. Louis era feliz.

Su padre, digno, se levantó mientras su rota y ronca voz, declaró las últimas palabras, acompañadas por los sollozos de su joven madre.

–Morirá quemado. Así se ha decidido.