¡Bueno! Vengo presentando un reto organizado por Dulce (-3-) en El club de las Escritoras. "Con estas pautas crea un cuento" ¿Cuáles eran las pautas? Pues:
-Un relato no mayor a tres páginas.
-Inspirado en la canción "Criminal" de Britney Spears.
-Basado en alguno de los protagonistas de Hilo Rojo del Destino, historia que anteriormente se construyó en el club.
-Y en alguna de estas dos imágenes (ya verán en cuál me inspiré yo, jojojo):
¡Así que vamos! ^0^!
PENTHOUSE
Por:
PukitChan
Habían pocas
cosas que a Roberto, le recordaban a su padre, Lorenzo. Realmente eran escasas, cosas como un tipo de
loción, alguna pintura extraña, un anillo demasiado costoso como para llevarlo
en los dedos de la mano… y también la sonrisa de una mujer.
Pero no
cualquier sonrisa, claro estaba. Una mujer atractiva visualmente, ladeando el
rostro para dejarse acariciar por sus cabellos mientras sus labios se curveaban
sensualmente para dejar escapar una mueca de arrogancia que podía confundirse
con coqueteo. Ése era el tipo de sonrisa que le traían a la memoria a su padre.
Aunque nunca
imaginó que Stacy fuera quien se lo recordara, cuando ella pasó a su lado,
soltando una suave y apenas audible risa.
―¿Roberto?
El aludido
levantó el rostro como un acto involuntario al escuchar su nombre. Parpadeó
perdido en sus recuerdos hasta que logró concentrarse en la hermosa figura de
Caroline, mirándolo confundida.
―Lorenzo…
―murmuró.
***
Cerró los
ojos, recordando aquella última noche que habían estado juntos. El cómo se
habían conocido no tenía mucha relevancia. Bastaba con decir que ella y él
tenían algo en común durante aquel tiempo: mantener lejos a Caroline de
Roberto. No por amor, ni por venganza, era por deseo. Un deseo sexual y
pasional que los llevó a encontrarse y
que pronto se transformó en una convivencia mucho más profunda de lo planeada.
―Señorita
Stacy, qué gusto volver a contemplar su belleza indomable… ―murmuró una voz
galante y sedosa, que llegaba a sus oídos como dos caricias en su piel. Ella se
sentía halagada y no dudaba en demostrarlo al sonreír coquetamente, moviendo
sutil pero seductoramente sus senos para luego esbozar una tímida e incoherente
sonrisa.
―Señor Di
Steffano ―saludó ella, inclinando su cabeza a modo de respuesta, para después
extender su mano, esperando una elegante reverencia.
―Lorenzo, por
favor, llámame Lorenzo ―él tomó la mano, besándola en el dorso. No tardó en
incorporarse y sonreír al guiar a la chica hacía el ascensor del elegante hotel,
colocando la mano de ella bajo su brazo. Una vez que estuvieron en la intimidad
de aquellas paredes de acero que los llevaban al penthouse, murmuró confidente―: Después de nuestra última noche, no
creo que sean necesarias tantas formalidades.
Ella sonrió
orgullosa. Aquel hombre, aunque mayor, era atractivo y poseía un instinto
sexual que dejaba muy atrás el mito de que a cierta edad, los hombres dejaban
de tener sexo. De sólo pensar que pasaría otra noche a su lado y sobre todo,
soltando su imaginación… sí, aquello era delicioso.
Porque Stacy
nunca imaginó que el imponente hombre, Lorenzo Steffano, dueño de una cadena de
hoteles y además con rumores de ser un posible mafioso, fuese un hombre
realmente pasivo a la hora de estar en la cama.
Pasivo… en el
buen sentido de la palabra.
Aún recordaba
la forma en la que él permitió dejarse atar. Si bien no era precisamente un
joven, ese hombre maduro se conservaba muy bien. Stacy imaginó que se mantenía
de esa manera para las tantas amantes que había tenido, porque si de algo no
tenía duda era precisamente de ello; que ése era un hombre de más de una cama.
Trató de
comprender las razones por las que aquel hombre se dejó dominar por ella
aquella noche. Supuso que quizás estaba cansado de mandar y por una vez deseaba
que lo mandaran a él. ¿Quién sabe? Pero Stacy disfrutó como nunca esa ocasión.
Y ahora, mientras sentía la mano del hombre recorriendo la forma de su espalda
sensualmente, sabía que no había razón para ocultar aquello que los unió la
primera vez que se miraron a los ojos.
―Lorenzo…
¿qué haremos esta noche?
Él le esbozó
una sonrisa ladina, mientras sus pasos finalmente llegaban al lujoso penthouse, reservado esa noche, sólo
para ellos dos… acompañados de su imaginación.
―Lo que
desees, Stacy.
Fue su última
noche, aunque ése no fue el acuerdo. Tenían la promesa de verse dos semanas más
adelante, ocasión que nunca llegó a ocurrir pues repentinamente se enteró de
que Lorenzo había muerto. No, en realidad lo habían asesinado.
Sorpresivamente,
aquello no le dolió. Le causó curiosidad en todo caso ya que no lo había
conocido lo suficiente para poder inspirar hacia él alguna clase de sentimiento
o emoción. Al analizarlo, quizá era por ello que la consideraban muchas
personas una mujer de tan poca dignidad y humanidad. Pero para ella, era sinceridad.
Nadie aún había llegado tocar un corazón tan duro de coraza, al menos no otra
vez.
Sin embargo,
tiempo después de aquel suceso, Stacy se encontró una tarde de un día
cualquiera pensado en Lorenzo con melancolía. Recordaba su sonría y ella, sin
que jamás lo supiera ya que no tuvo el tiempo para descubrirlo, había logrado
dejar una huella en el amargo corazón de Lorenzo Di Steffano. Y quizá era ella
también negándolo, pero ese hombre también había arrancando un pedazo de su
corazón, llevándoselo más allá la muerte.
Tal vez el amor no está prohibido para
nadie. ¿Quién sabe?
Y mientras
caminaba pausadamente, suspiró profundamente cuando a la lejanía creyó divisar
la figura de Lorenzo. Por unos minutos se quedó contemplando aquella anatomía
hasta que al parpadear, y caminar un poco más, se dio cuenta de que a quien
miraba era realmente a Roberto.
―Se nota que
es tu hijo… ―comentó divertida, recogiendo su cabello detrás de la oreja.
Avanzó a paso
lento, ya que no tenía demasiada prisa en realidad. Notó que su caminata se
desvió inconscientemente hacía la figura de Roberto, recargado en su motocicleta.
Éste, seguramente se percató de que alguien se dirigía hacía él, pues volteó a
verla con un gesto de impresión en sus ojos brillantes.
Stacy pasó a
su lado, recordando a Lorenzo, lanzándole una sonrisa divertida y una mirada
desafiante, comprendiendo de que quizás su venganza no había salido como la
había planeando, pues la olvidó cuando conoció a Lorenzo; sin embargo, de
alguna forma sentía una interna satisfacción por saber que ella había conocido más
a aquel hombre en unas semanas, de lo que seguramente habría hecho Roberto en
toda su vida. De una forma distinta y casi irreal para alguien como él.
Había
conocido al humano que era Lorenzo Di Steffano.
Stacy no se
detuvo, pero su sonrisa se extendió a medida que se iba alejando de Roberto en
ese breve encuentro. Ella no se percató de que si se hubiera detenido sólo unos
segundos más, habría cruzado su camino una vez más con el de Caroline. ¡Pero en
fin! Así era la vida.
***
―¿Por qué
mencionas el nombre de tu padre? ―quiso saber Caroline al ver el perfil abrumado
de Roberto, siguiendo la dirección de su mirada hasta que vio más allá la
figura andante de Stacy. Aun así, no le halló coherencia a la situación―.
¿Roberto?
―Nada… ―negó montándose
en la motocicleta e invitando a Caroline que hiciera lo mismo. Cuando estuvo
por avanzar, volteó una vez más para buscar a Stacy, aunque ella ya había
desaparecido de su rango―. Es sólo que... ―dijo al fin. Caroline aguardó paciente
a que Roberto completara la oración―. Es sólo que nunca me imaginé que Stacy me
recordaría a mi padre. Curioso, ¿no crees?
Ella sonrió.
―A veces
existen hilos desconcertantes.
***
¡Gracias! Besitos acaramelados a todos. -3-
Wow!, que relato más intenso!, menudo mensaje oculto más profundo... Me ha gustado mucho, en serio >.<
ResponderEliminarAh, por cierto, gracias por participar una vez más en uno de mis locos proyectos!, jeejej
En un par de días lo publicaré en el club.
Bueno guapa, un beso y hasta otra!, muak!