25 de abril de 2011

Bolitas de papel

Un amigo

Aline estiró su brazo hacia la ventana, pegando su manita en el frío cristal transparente. La puerta estaba cerrada, pero las enfermeras del hospital habían dejado las cortinas abiertas, por lo que, subiéndose a un banquito, lograba ver a las personas que andaban en el pasillo. Pegó su nariz al vidrio y rió sola cuando empaño una parte con su aliento: ésa era su vida. Vivir en una habitación blanca de un hospital a causa de los débiles latidos de su corazón, que hacían funcionar mal a su cuerpo. A su tierna edad, estaba a acostumbrada a pasar largas horas en soledad y vivir en ese lugar como si de verdad fuera su casa. Dibujaba, miraba las caricaturas en la televisión, pero por sobre todas las cosas, leía. Y un día, mirando su libro favorito, observó con detenimiento el dibujo del zorrillo y la ardilla, entonces se dio cuenta de que algo faltaba en su vida; no tenía un amigo.

—Papá, ¿por qué no tengo amigos? —preguntó un domingo de visita de su papá al hospital. Él le cepillaba el cabello cuando llegó la interrogante.

—¿Los doctores no son tus amigos? —respondió su padre, un hombre alto que tenía la apariencia de saberlo todo y explicarlo con calma.

—Quiero conocer más niños. ¡Un día de estos, saldré y tendré muchos amigos!

Su grito fue tan fuerte que un doctor se asomó y le sonrió, extendiendo su mano para decirle que él la apoyaba.

Pero pasaron las semanas y Aline enfermaba más y más. Tanto, que ni siquiera sus padres podían abrazarla. Para que todo estuviera seguro, los doctores les pidieron a sus papás irse unos días y así pudieran descansar. En esos momentos, Aline se sentía más sola de lo que jamás estuvo, incluso más que el día que su perra Nita escapó de casa y no volvió.

Una tarde en la que sintió que sus fuerzas volvían, se levantó de su cama, arrastró el banquito y al subirse, miró afuera, lo que ella veía como el maravilloso mundo exterior; el pasillo del hospital. Pero esa tarde miró algo que para ello fue como un milagro: había un niño sentando en el suelo, sin estorbar el paso. Abrazaba sus piernas con una mano mientras con el dedo de la otra hacia dibujos invisibles en el suelo. Aline habló con todas sus fuerzas, pero el otro no pudo escucharla, porque no levantó la vista. La niña entonces, pensó en usar otro método más efectivo para hablarle, así que golpeó el vidrio, esperando que esta vez si la oyera.

Así fue. El niño levantó su vista y primero miró confundido a Aline, pero después se puso de pie y caminó hasta el cristal. El niño era mayor que ella, por lo que su cabeza llegaba hasta el vidrio y podía verla perfectamente. Aline sonrió ampliamente y en respuesta tuvo una igualmente brillante de él. No se podían escuchar, por lo que empezaron a inventar toda clase de juegos sin que existieran palabras en medio. Hacían figuras con las manos, gestos graciosos y raros con sus rostros e inclusive intentaban transmitirse mensajes. Ese día, Aline encontró un amigo.

Pero después de un rato, un hombre de bata blanca se acercó a la ventana y tomó al niño por el brazo, para llevarlo a otro y por más que se resistió, el hombre terminó jalándolo a otro lado. Aline se despidió, moviendo su mano de un lado a otro, con los ojos llorosos.

Los días pasaron y no volvió a ver a su amigo. Solía mantenerse en la ventana, para ver si aparecía, aunque no llegó a suceder tal cosa. Cuando salió del hospital y fue llevada a su casa con su mamá y su papá, la esperaron con una fiesta sorpresa. Su papá no había olvidado las palabras que Aline le había dicho e invitó a un montón de niños y niñas que la recibieron cantándole como si fuera su cumpleaños.

Recibió muchos regalos, pero finalmente, el que más le valió a su pequeño corazón fue sólo uno: entre la multitud de niños que corrían de un lado a otro, había sólo uno que permanecía quieto, mirándola como si estuviera confundido completamente.
Aline lo reconoció: era el niño que había conocido en el hospital, su amigo y acompañándolo, estaba el hombre de bata blanca que se lo había llevado, seguramente su papá también. Ella se ocultó detrás de las piernas de su padre, mientras el niño era tomado de la mano por el otro hombre y lo llevaba ahora hacia Aline.

El hombre de bata blanca se agachó, quedando en cuclillas, a la altura del niño y un poco más arriba de los ojos de Aline.

—Bonita, ¿puedes salir de donde estás? —La niña negó con la cabeza, pero su papá se movió, para quitar sus piernas y dejarla a la vista. Aline bajó su mirada y sonrió, mirando lo que pasaba. El adulto casi desconocido, le dio un empujoncito al niño, para ponerlo delante de ella.

Ellos se miraron y rieron cuando Aline hizo uno de los gestos que había aprendido la tarde que se conocieron en el hospital.

—Aline —dijo el hombre—, él es a Tristán. De ahora en adelante y para siempre, él va ser tu amigo.

—¡Tristán, eres mi amigo! —gritó ella, feliz.

—¡Lo soy! —aseguró el niño.

Y lo fue siempre. Aun cuando pasaron los años y esas palabras fueron borradas de sus memorias. Pero aquel día en el que se conocieron, hubo magia entre ellos. Una magia que aún no desaparece, una magia que muchos le llamaron destino, pero que para ellos tuvo un nombre mucho más simple. Amistad.



***


Bueno, esta sección será inaugurada con uno de mis primeros intentos fallidos al redactar un cuento infantil. Mis razones por las que decidí desecharla, es porque sentía que no llenaba las necesidades básicas de un buen relato infantil, además del hecho de que me pareció sumamente meloso. Le agarré cariño, pero eso no significaba que no fuera critica con mis propias historias. Ésta en especial, tiene el honor de llevarse un montón de recuerdos míos. Pienso que es más una linda memoria que en sí, una buena historia, aunque siempre termino preguntando qué es en realidad una buena narración e historia.

Como ésta sí tiene final, creo que me queda agregar, que la base en el hecho de que aún los pequeños niños enfermos, tienen el sueño de querer ser amigos de alguien. Me da la impresión de que para la soledad no hay una edad debidamente establecida. Pero lo que más de ternura, es lo rápido que pueden amar los pequeños y lo rápido que sin duda alguna, pueden ser correspondidos en igualdad de sentimientos.

Creo que por eso amo tanto el mundo infantil, por la sencillez del mundo ante sus ojos y sobre todo, ante cualquier difícil situación. La sinceridad brilla en las almas más pequeñas del planeta.

3 comentarios:

  1. Deberías... narrar la visión de esta historia, desde el punto de vista del niño.

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  2. ._. Estoy impactada, te sonara a falsedad o creo que ofensa, pero es la primera historia que te leo que realmente me llega. No sé si es porque conozco parte del contexto, pero algo me dice que no es eso, narraste con una simplicidad que poco frecuentas, y que encontré muy pero muy refrescante, al punto que en pocas palabras me hiciste querer saber ¿Qué pasaba?¿A donde lleva esto?. También me pareció una historia más adoc (lease, acorde) para un cuento infantil, pero esa es mi opinión.

    Pasa ser mi historia favorita de PukitChan :)

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  3. ¡Tris! Deberías ayudarme con esa parte x3

    Y Perlita, no me ofendiste, ni sonaste falsa... más bien... me traumaste ¡xD! No pensé que fuera gustarte justamente esta historia.

    Jajaja, como podrás ver, parece ser que algo que consideré como un intento fallido, terminó siendo mejor que la historia que he seleccionado como participante. Probaré una vez más, a ver qué sucede.

    Muchas gracias por pasarse y lo que me pusieron, soy feliz TwT ¡Los quiero!

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¡^-^ Muchas gracias por comentar y alimentar el alma de este blog *3*!