12 de marzo de 2012

Adictos a la Escritura: Historia Entrelazada.


Este relato fue creado para mi participación en la historia Entrelazada, organizada por el Foro de Adictos a la Escritura. Espero haber hecho un buen trabajo >:3! y seguir con la linea de acción que las fantásticas Escritoras han dejado. ¡Gracias! *-*! Besos de vainilla. 




Dulces y Pesadillas

Eric había aprendido de una u otra forma a confiar en sus instintos y a cambio, estos en la mayoría de las veces no le fallaban y, en el momento en el que la voz de Arpro resonó en sus tímpanos con fuerza, supo que esa sensación amarga en la boca de su estómago no estaba del todo equivocada.

Por instinto, Eric dio un paso hacía atrás, mirando con atención a ese esclavo que en ningún momento le provocó confianza. Trataba de verlo completamente para que no lo tomara con guardia baja cuando aquel extraño resplandor en la frente capturó su atención. Era en realidad una marca extraña que no recordaba haber visto hasta…

―Mi señor… ―musitó esa voz ronca, demasiado para el joven cuerpo de Arpro, quien curveó sus labios en una sonrisa ladina que pronto se transformó en desquiciada―, creo que se ha tardado mucho en saber quién soy.

Mientras dejaba caer esas palabras, los pies de Arpro se arrastraban por el suelo, rompiendo hojas a su paso, sin sentir peso alguno por la neblina roja. Eric retrocedía sin saber que esto era precisamente lo que el esclavo de Luzbel quería: guiarlo hasta la Bestia de la Epidemia para hacerla enfurecer, y así lo devorara sin más miramientos. 

Al igual que Eric, Arpro también se le encomendó su propia misión: detener el avance de todos aquellos que pretendían un alto a un plan podría terminar lo que hace miles de años había comenzado. El esclavo de Luzbel no vaciló cuando levantó la mano, dispuesto a darle fin a la vida de Eric por su propia cuenta si llegaba a ser necesario. ¿Qué más daba? Después de todo, aquel apenas podía moverse por su dolor. 

A los pocos pasos, que para Eric fueron una eternidad, sintió que su espalda era golpeada por la corteza de un árbol. Con sus dedos sintió la textura irregular de éste, y aunque por unos segundos se sintió bien teniendo detrás de sí un apoyo, la sonrisa retorcida de Arpro sólo le reveló que algo andaba mal, muy mal.  

Eric jadeó y su voz salió distorsionada de su garganta. Sentía sus manos pegajosas y al separar una de lo que creía era un árbol, notó una sustancia negra que cubría y resbalaba por la palma de su mano, muy similar al alquitrán. Un hueco en el estómago se formó cuando escuchó una respiración agitada seguida de un gruñido gutural  que le hizo contraer el vientre.

―La Bestia de la Epidemia… ―susurró Arpro aquello que Eric no se había atrevido aún a pronunciar.

La neblina ahora comenzó a rodear el cuerpo de Eric, ocultando de similar manera el de Arpro; no obstante, aquello se sintió como una agresión: irreal o no, casi podía sentir como la neblina  roja lo tomaba por el cuello, obligándolo a abrir desesperadamente la boca en busca de oxigeno, aunque lo único que lograba tomar era aquel vapor rojo que parecía estar dispuesto a perforar sus pulmones. A sus espaldas, percibió claramente cómo la Bestia de la Epidemia se alejaba de su cuerpo y caminaba, con la tierra temblando, hacía algún lugar que no pudo precisar.

Eric…” musitó en su mente una voz extraña, aunque con la misma entereza que la de Metratón, así que seguramente se trataba de él “No te dejes llevar por tus emociones, recuerda que a ti no te afecta… ”

Reaccionando, Eric abrió los ojos e inspiró aire, para después, como un simple soplido de viento, vomitar toda aquella neblina roja como si de algo más se tratase. Se apoyó esta vez en un verdadero árbol mientras respiraba agitado y sudaba, tratando de regularse. Miró para todos lados, dispuesto a enfrentarse sin vacilar, esperando una señal para seguir a la Bestia de la Epidemia cuando lo vio.

Una imponente figura se erguía sobre él, y aquella no le era desconocida. Aunque sólo la vio una vez y por breves momentos, reconocía perfectamente la forma majestuosa y atemorizante que poseía: Aquel esqueleto que le daba forma de serpiente, mezcla con un Dragón. Era la Bestia de la Oscuridad Nocturna.

―Pero…. ¿Cómo? ―tartamudeó, avanzando a paso lento. Buscó con desesperó el cinturón donde la joya estaba, pensando en que pudo haberla perdido y ocasionar la liberación de aquel ser que con tanto esfuerzo habían vuelto joya. Mas cuando logró tener el cinturón entre sus manos, notó que nada faltaba, que tal como lo había tomado del cuerpo de Aura, seguía intacto en el propio. Al alzar su vista a la Bestia, se preguntó que demonios estaba pasando.

***

Laela, quien con su perfil hermoso y fuerte pretendía dar calma, no pudo evitar hacer una expresión mezclando la sorpresa y el terror cuando también observó en medio de todo, junto con Val  y Kaal, cómo aquella Bestia, la de la Oscuridad Nocturna, rugía de forma feroz.

―Imposible… ―dijo Val, quién por unos instantes se preguntó si debería dejar de creer en esa palabra.
―¡Es una farsa! ―gritó repentinamente Laela―. ¡Miren!

Ella señaló entonces un brillo en la frente de la Bestia de la Oscuridad Nocturna. No era una marca que estuviese ahí antes, pues lo que brillaba era el símbolo de Luzbel.

―Es una trampa… para engañar… ¿A la Bestia de la Epidemia?

Todos buscaron con temor a la Bestia, sin que pudieran localizarla. La neblina se hacía más densa y el olor más penetrante, por lo que era obvio que está ya estaba liberada, más, ¿dónde exactamente? Intentaron correr mientras buscaban a Eric, deseando que nada malo le hubiera pasado, confiando en las palabras de Laela, que él había sido el escogido para este deber.

***

Lo presenciaba. Estaba frente a él y aún pese a esto, de desvanecía por buscarle una solución a lo que ocurría. Eric había notado aquella marca que momentos antes reconoció en Arpro y supo inmediatamente lo que pretendía, tal como Metratón y Luvriniev habían predicho.

Entonces, saliendo de su propia neblina roja, una criatura brotó, sintiéndose atraída por la Bestia de la Oscuridad Nocturna. Semejándose a un reptil, la Bestia de la Epidemia, dejaba un rastro de esa sustancia negra a cada paso que daba. Gruñía, y parecía que decía algo que Eric no alcanzaba realmente a comprender. Dentro de sí, imagino que ésta trataba de comunicarse de alguna forma particular.

Armándose de convicción, avanzó más allá cerca de las bestias. Su respiración suave le había dado un poco de raciocinio más eso no pudo evitar que el aliado de Luzbel se percatara de su presencia y, rugiendo en su forma de bestia, Arpro intentó quitarse de una buena voz por todas a esa molesta piedra de su zapato. Incitado por el otro, la Bestia de la Epidemia adquirió furia y recelo: estaba más allá del bien y el mal, buscaría matar aquello que le perturbara.

Aunque Eric corrió, Arpro lo atrapó entre sus garras. El muchacho gritó con desesperación removiendo entre sus manos el cinturón donde la joya de la verdadera Bestia de la Oscuridad Nocturna resplandecía. Arpro sonrió para sí mismo: eso era todo, lo aplastaría  finalmente, la Bestia de la Epidemia estaría en manos de Luzbel.

―¡Eric! ―gritó una voz fémina, tratando de mantener un semblante adecuado para hacer lo que estaba efectuando―. ¡La luz brilla dentro de ti!

…aquellas mismas palabras que Metratón le había dicho en aquel efímero momento…

…la… luz.

―¡Eso es!

Si era buena idea o no, eso Eric lo descubriría apenas. Jaló del cinturón la joya y la colocó en su pecho, como si quisiera perforar su piel para que ésta traspasara y se alojara dentro de él. Sin embargo, lo que sucedió es que la luz que transmitía Eric se fusionó con la de joya.

Sucedió en unos segundos: La luz fue tanta, que Arpro no la soportó y dejando atrás su falsa figura de bestia, se fue desvaneciendo hasta quedar cenizas que se perdieron en el bosque acompañadas de un grito desgarrador. Como si el sol estuviera por salir, todo se inundó de esa luz cegadora, en la que por unos instantes nada se logró ver.

Sin embargo, la verdadera Bestia de la Oscuridad Nocturna emergió como un espíritu de la joya, mirando a su hermana, la bestia de la Epidemia…

Luego de ello, oscuridad.

***

―Eric… ¡Eric! ―reconocía ese tono de voz; era Val. Abrió los ojos difícilmente, mirando borrosos los rostros de sus compañeros, así como de la mujer que le había indicado que debía seguir.

―¿Q-qué…? ―musitó, notando que Val tenía en su poder tanto el cinturón de Aura como dos joyas semejantes y resplandecientes.  ―¿Cómo…?

Laela sonrió.

―No creo que las bestias sean propiamente buenas o malas…  ―musitó pausadamente―. Sólo creo que para ellas, su hermandad está en un plano superior al nuestro.

Eric miró a Val, buscando su asentimiento, más sólo se encontró a un hombre preocupado y sólo entonces, se permitió recordar que nada había acabado y que no sabía qué había pasado con Aura. 

3 comentarios:

  1. Aplausos: clap, clap!!!
    Me encantó, al fin logramos la segunda joya!!
    Esto se pone cada vez mejor y está muy lejos de terminar...recien está comenzando lo mejor!!

    besos!!

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  2. Por fin tenemos a la segunda bestia de nuestro lado. Te ha quedado muy bien y me ha gustado mucho cómo relataste el desenlace del encuentro entre Arpro y Eric. ^o^
    Ojalá tengamos la oportunidad de repetir. xD

    ¡Saludos!

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  3. Me ha encantado!! Al fin hemos logrado atrapar a dos bestias :D Eric lo consiguió ^^ Aunque, como bien has escrito, nada ha acabado todavía...

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¡^-^ Muchas gracias por comentar y alimentar el alma de este blog *3*!