¡Hola! ^w^ ¿Qué tal les da el calor la primavera? Jejeje, llenándose poco a poco... ¡Pero antes! Para festejar el fin del invierno y el inicio de ésta, llegó con un relato hecho para el "Juego de Invierno" de Paty C. Marín.
¡Advertencias Ò.Ó! Es un texto que contiene lenguaje adulto, así que:
¡Sobre advertencia no hay engaño!
No podía dejar de lado mi participación en este emocionante proyecto ;) ¡Espero que les guste un poquito! Gracias de antemano si toman su tiempo para leerlo, y dejar un comentario a su humilde escritora. ¡Besos de chocolate derretido! -3-
Los Momentos
del Placer
Por:
PukitChan
Nunca
antes se había sentido tan sola como esta noche.
Removiéndose en la cama, Katherine sólo
consiguió escuchar el sonido de su cuerpo golpeándose insistentemente en la
cama y aquello aumentó su soledad de un solo golpe. Aún recordaba que ese
sonido chillante antes era producto de noches de pasión desenfrenada que le
hacían gemir y aferrarse con uñas al colchón que lentamente y con el pasar del
tiempo se iba desgastando.
Y ahora, un año después de aquella
primavera, temblaba de frío como un cachorro perdido. Y es que en verdad lo
era, porque se había hecho adicta a aquellos brazos musculosos y cálidos que la
rodeaban y protegían noche con noche, luego de que ambos cayeran rendidos en
una bruma de placer que inundaba sus fosas nasales de ese peculiar aroma a
sexo.
Se removió para quedar de lado, abrazando y
acomodándose mejor en la almohada, sintiendo cómo la sábana roja de seda se
deslizaba sutilmente por sus perfectas curvas como caricias que se alejaban de
ella a medida que su piel desnuda iba quedando más a la vista. Suspiró.
Pero, ¿qué más podía hacer? Es cierto que
ella era una mujer atractiva, un deleite en la plenitud de la vida, mas la
ausencia de su hombre la estaba matando por dentro. Y lo que era peor, las
dudas, los pensamientos e ideas de sucesos alocados comenzaban a golpear su
mente, perturbando sus sueños tranquilos, ya que, después de todo, Evan era un
hombre… pero no cualquier hombre.
Recordaba claramente la noche en la que se
conocieron. Ella llevaba un vestido negro de satén negro que daba forma a sus
senos perfectos y por otro lado, abertura en su pierna izquierda era lo
suficientemente grande para que todos notasen que ella amaba y cuidaba su
anatomía. Evan, en cambio, vestido de un
traje negro, dejando deliberadamente abierta su camisa para mostrar la forma de
sus pectorales, se había fijado en Katherine cuando danzante y sensual, había
pasado a un lado de él, sonriendo coquetamente.
Había sido magia instantánea que más tarde
se volvió un fuego desmedido. Esa misma noche, alejándose de la elegante cena a
la que ambos habían llegado, se escondieron en el jardín tras una fila de
árboles robustos que hacían su refugio cuando ella alzó la vista y se vio
devorada por unos labios hambrientos, expertos en el arte de besar.
Recordaba cada detalle, por más sucio que
fuera. Tenía fresco ese momento en el que las manos de Evan se deslizaron por
sus largas piernas y apretaron con gula sus redondas nalgas para cargarla. Y
cuando Katherine envolvió al hombre con su cuerpo y su vientre sintió lo
excitado que estaba aún si penetrarla… oh, Dios, casi podía jurar que su
cordura desapareció y sintió el deseo de que Evan la montase despiadadamente
ahí mismo, en el pasto, dejándole probar todo el largo del su miembro,
llenándola con su extensión endurecida y mojándola de líquidos calientes que la
harían estremecerse.
―Evan… ―gimió su nombre, presa de los
recuerdos. Incluso ahora, tiempo después de aquel suceso, su labios vaginales
se contraían y ya podía sentirlos mojados, lubricando su interior. Katherine se
removió en la cama, aventando ya al suelo la sábana. Sin pudor, sin vergüenza
de explorarse, abrió las piernas y se incorporó levemente para ver su cuerpo
reflejado en el espejo de enfrente de la cama. Al relamerse con sensualidad la
boca, sus ojos castaños viajaron al reflejo de sus dedos palpando los labios
vaginales, acariciándolos. Se imaginó a Evan, su lengua alrededor de ella, cómo
sabía hacerla llegar al orgasmo sin siquiera penetrarla… sí, su hombre sabía
como mantenerla a placer.
Sus dedos ya mojados subieron y se
acariciaron su vientre lampiño para separarse bien y acariciar su clítoris. Era
delicioso, aunque no tanto como aquella vez…
Al suspirar ronca, con la voz distorsionada
por el placer, recordó claramente la segunda vez que Evan y ella se
encontraron. Y como siempre, sus encuentros habían sido clandestinos,
apasionados, intrigantes y sobre todo, llenos de un placer desmedido.
Evan la esperaba aquella noche en el
solitario callejón de la esquina más lejana de algún nexo común que los
identificara a ambos. Digna, preciosa, Katherine avanzaba a paso lento cuando
encontró el automóvil que le era ya familiar y al verlo, que gran sonrisa se
formaba en sus labios. Abrió lentamente la puerta y como una pequeña caricia
del viento, introduciéndose en el espacio diminuto del copiloto… qué erótica
idea de parte de Evan.
Mas cuando las manos gruesas del hombre,
que sabían perfectamente dónde tocarla la jalaron bruscamente hacía atrás, ella
se vio quedando a la disposición de este hombre para complacerse mutuamente.
Recordaba perfectamente cómo había bajado
con lentitud su vestido para que sus senos quedasen al aire. Como se había
inclinado hacía ella para lamer sus oscuros pezones que derramaban humedad
gracias a la boca de Evan. Y él, ese hombre insaciable, aquella noche no se
había desvestido, no… aquella noche en particular le enseñó a Katherine la
exquisita experiencia de complacerse a sí misma, justo como lo hacía en esos
momentos en la cama.
¡Qué manera de dominarla! Katherine, que
siempre había sido una mujer fogosa en la cama, experta en tener a cualquier
hombre a su mano, se sintió maravilladas por la pasión de Evan, tan intensa como
la propia. Sin decir palabras, él la guiaba a la cima del placer, como cuando
esa noche, en el asiento de cuero del automóvil, Evan había tomado las manos de
Katherine y las había guiado por su propio femenino cuerpo para que acariciara
lo sensible que se encontraba su clítoris.
Katherine seguida convulsionó cuando sus
dedos se rozaron, pero Evan insistió en que se tocara. El placer era agonizante
y sin medir nada más, ella comenzó a estimularse, a subir y bajar sus dedos por
esa pequeñísima zona que la hacía delirar. Las descargas de placer de su cuerpo
apenas podían correr una tras otra. Y Katherine gemía, y deliraba, sobre todo
cuando su clítoris pareció dar una convulsión. Al mismo tiempo de ello, Evan
metió su dedo entre las paredes internas de ella y cuando menos lo esperó, ella
ya se estaba derramando en ese dedo grueso, pero que no tenía comparación
alguna con el grueso del miembro de Evan en todo su esplendor.
―Uhm… tan caliente... tan dentro… ―decía,
mirándose con atención en el espejo, excitada por los recuerdos, por cómo ella
se estimulaba nuevamente. Y cuando su orgasmo llegó, suspiró fuertemente… le
extrañaba más de lo que podía creer.
Después de que su respiración se
acompasara, Katherine quedó unos instantes mirando el techo. ¿Por qué tenía que
irse? ¿Por qué tenía que ser lo que era? Se sentía tan egoísta como enamorada
de Evan. Pero él siempre había sido de pocas palabras y más acciones, por lo
que nunca prometió que llegaría esa noche y por eso mismo también, el corazón
de Katherine latía desbocado, sintiéndose ansiosa, desesperada… anhelante. Oh,
Dios, necesitaba que Evan abriera la puerta ya mismo para grabar una vez más su
masculino olor, para delinear su musculatura producto del ejercicio diario… y
vaya que él hacía buen ejercicio.
Se incorporó de la cama, sintiendo cómo su
largo cabello negro rozaba su espalda de manera juguetona. Al caminar desnuda
por el suelo cubierto de alfombra, miró a su alrededor notando que en cada
esquina, en cada lugar donde sus ojos posaran, lo veía a él. Sus detalles, sus
regalos… la manera en la que la había hecho suya en cada rincón y con esa
pasión… sólo le arrancaba suspiros.
Cuando finalmente llegó a la ducha y el
agua tibia le permitió relajar sus músculos, Katherine sonrió. Aquellos
recuerdos que habían quedado marcados con fuego en su mente apenas se
comparaban con Evan. Si aquellas memorias habían comenzado un incendio, el
mismo hombre la haría derretir totalmente entre sus brazos, su cuerpo y su
manera de tocarla. Sabía que con él todo era diferente, un desafío, una forma
de amar que nunca podría repetirse dos veces… porque cada ocasión era mucho
mejor.
Como besos repartidos en cada rincón de su
piel, el agua limpió una vez más su cuerpo, listo para ser marcado nuevamente.
Katherine sabía que él pronto llegaría: había prometido que su ausencia sería
sólo de unos días, mas cuando salió de la ducha, con las gotas aún cayendo de
su largo cabello todo su mundo pareció prenderse junto con ella: las manos de
Evan, rodearon repentinamente su cintura.
No sabía en qué momento había entrado a la
casa, ni cómo logró ocultar su presencia, aunque eso no importaba en esos momentos
realmente. Katherine percibió el agitado palpitar de su corazón y su boca
exclamar una expresión de sorpresa mezclada con un dulce gemido cuando él buscó
sus labios y ella no puso resistencia.
Sus bocas se encontraron sedientas y
desesperadas por recordar el calor ajeno. Las manos de Evan se aferraron a la
toalla que cubría el húmedo cuerpo de Katherine y de un solo movimiento, le
quito aquella estorbosa prenda. Delineó entonces la figura de su amada,
recordando lentamente así su anatomía, sus senos, sus glúteos, sus piernas y su
vientre. Katherine olfateó el profundo aroma natural que emanaba el cuerpo de
Evan, tan salvaje y masculino que la hacía enloquecer. La ropa elegante de él
sólo ocultaba su masculina e imponente figura y ella sabía lo delicioso que era
tener a ese hombre desnudo, recordándole que entre ambos un placer temerario
estallaba de la misma manera en la que su semen caliente se derramaba por su
sexo, provocándole un orgasmo intenso que la hacía gritar indecorosamente.
―Katherine… ―susurró aquella ronca voz. Sólo
eso y se encontraba en el cielo.
―Bienvenido a casa, Evan… ―susurró
excitantemente ella mientras la
recostaba en la alfombra de la casa.
La besó con desenfreno sabiendo que era el
momento perfecto, justo cuando ella viajó hasta sus manos y llevando los dedos
de él hasta su boca, le quitó sexualmente el anillo de matrimonio que cada
noche, Evan olvidaba en algún rincón de esta casa, gracias a su amante,
Katherine.
…vaya…
…esa pasión tan intensa sí tenía un nombre.
Amor.
Aunque nunca sería tan fuerte como el que
Evan sentía por sus hijos.
―Házmelo… hazme tuya Evan…
Lo haría, la haría completamente suya.
…hasta que el fuego se consumiera.
Hola!!
ResponderEliminarLo primero, gracias por participar ^_^ Después, ¡me ha encantado! Ha sido muy sensual y muy tenso, la verdad es que te ha quedado de fábula.
¡Un beso!
¡Muchas gracias, me da mucho gusto que haya sido de tu gusto! *-* ¡Besos!
Eliminar