21 de marzo de 2012

Los momentos del placer

¡Hola! ^w^ ¿Qué tal les da el calor la primavera? Jejeje, llenándose poco a poco...  ¡Pero antes! Para festejar el fin del invierno y el inicio de ésta, llegó con un relato hecho para el "Juego de Invierno"  de Paty C. Marín.

¡Advertencias Ò.Ó! Es un texto que contiene lenguaje adulto, así que: 



¡Sobre advertencia no hay engaño!

No podía dejar de lado mi participación en este emocionante proyecto ;) ¡Espero que les guste un poquito! Gracias de antemano si toman su tiempo para leerlo, y dejar un comentario a su humilde escritora. ¡Besos de chocolate derretido! -3-




Los Momentos del Placer

Por:
PukitChan

Nunca antes se había sentido tan sola como esta noche.

Removiéndose en la cama, Katherine sólo consiguió escuchar el sonido de su cuerpo golpeándose insistentemente en la cama y aquello aumentó su soledad de un solo golpe. Aún recordaba que ese sonido chillante antes era producto de noches de pasión desenfrenada que le hacían gemir y aferrarse con uñas al colchón que lentamente y con el pasar del tiempo se iba desgastando. 


Y ahora, un año después de aquella primavera, temblaba de frío como un cachorro perdido. Y es que en verdad lo era, porque se había hecho adicta a aquellos brazos musculosos y cálidos que la rodeaban y protegían noche con noche, luego de que ambos cayeran rendidos en una bruma de placer que inundaba sus fosas nasales de ese peculiar aroma a sexo.

Se removió para quedar de lado, abrazando y acomodándose mejor en la almohada, sintiendo cómo la sábana roja de seda se deslizaba sutilmente por sus perfectas curvas como caricias que se alejaban de ella a medida que su piel desnuda iba quedando más a la vista. Suspiró.

Pero, ¿qué más podía hacer? Es cierto que ella era una mujer atractiva, un deleite en la plenitud de la vida, mas la ausencia de su hombre la estaba matando por dentro. Y lo que era peor, las dudas, los pensamientos e ideas de sucesos alocados comenzaban a golpear su mente, perturbando sus sueños tranquilos, ya que, después de todo, Evan era un hombre… pero no cualquier hombre.

Recordaba claramente la noche en la que se conocieron. Ella llevaba un vestido negro de satén negro que daba forma a sus senos perfectos y por otro lado, abertura en su pierna izquierda era lo suficientemente grande para que todos notasen que ella amaba y cuidaba su anatomía.  Evan, en cambio, vestido de un traje negro, dejando deliberadamente abierta su camisa para mostrar la forma de sus pectorales, se había fijado en Katherine cuando danzante y sensual, había pasado a un lado de él, sonriendo coquetamente. 

Había sido magia instantánea que más tarde se volvió un fuego desmedido. Esa misma noche, alejándose de la elegante cena a la que ambos habían llegado, se escondieron en el jardín tras una fila de árboles robustos que hacían su refugio cuando ella alzó la vista y se vio devorada por unos labios hambrientos, expertos en el arte de besar.

Recordaba cada detalle, por más sucio que fuera. Tenía fresco ese momento en el que las manos de Evan se deslizaron por sus largas piernas y apretaron con gula sus redondas nalgas para cargarla. Y cuando Katherine envolvió al hombre con su cuerpo y su vientre sintió lo excitado que estaba aún si penetrarla… oh, Dios, casi podía jurar que su cordura desapareció y sintió el deseo de que Evan la montase despiadadamente ahí mismo, en el pasto, dejándole probar todo el largo del su miembro, llenándola con su extensión endurecida y mojándola de líquidos calientes que la harían estremecerse. 

―Evan… ―gimió su nombre, presa de los recuerdos. Incluso ahora, tiempo después de aquel suceso, su labios vaginales se contraían y ya podía sentirlos mojados, lubricando su interior. Katherine se removió en la cama, aventando ya al suelo la sábana. Sin pudor, sin vergüenza de explorarse, abrió las piernas y se incorporó levemente para ver su cuerpo reflejado en el espejo de enfrente de la cama. Al relamerse con sensualidad la boca, sus ojos castaños viajaron al reflejo de sus dedos palpando los labios vaginales, acariciándolos. Se imaginó a Evan, su lengua alrededor de ella, cómo sabía hacerla llegar al orgasmo sin siquiera penetrarla… sí, su hombre sabía como mantenerla a placer.

Sus dedos ya mojados subieron y se acariciaron su vientre lampiño para separarse bien y acariciar su clítoris. Era delicioso, aunque no tanto como aquella vez…

Al suspirar ronca, con la voz distorsionada por el placer, recordó claramente la segunda vez que Evan y ella se encontraron. Y como siempre, sus encuentros habían sido clandestinos, apasionados, intrigantes y sobre todo, llenos de un placer desmedido.

Evan la esperaba aquella noche en el solitario callejón de la esquina más lejana de algún nexo común que los identificara a ambos. Digna, preciosa, Katherine avanzaba a paso lento cuando encontró el automóvil que le era ya familiar y al verlo, que gran sonrisa se formaba en sus labios. Abrió lentamente la puerta y como una pequeña caricia del viento, introduciéndose en el espacio diminuto del copiloto… qué erótica idea de parte de Evan. 

Mas cuando las manos gruesas del hombre, que sabían perfectamente dónde tocarla la jalaron bruscamente hacía atrás, ella se vio quedando a la disposición de este hombre para complacerse mutuamente.

Recordaba perfectamente cómo había bajado con lentitud su vestido para que sus senos quedasen al aire. Como se había inclinado hacía ella para lamer sus oscuros pezones que derramaban humedad gracias a la boca de Evan. Y él, ese hombre insaciable, aquella noche no se había desvestido, no… aquella noche en particular le enseñó a Katherine la exquisita experiencia de complacerse a sí misma, justo como lo hacía en esos momentos en la cama.
¡Qué manera de dominarla! Katherine, que siempre había sido una mujer fogosa en la cama, experta en tener a cualquier hombre a su mano, se sintió maravilladas por la pasión de Evan, tan intensa como la propia. Sin decir palabras, él la guiaba a la cima del placer, como cuando esa noche, en el asiento de cuero del automóvil, Evan había tomado las manos de Katherine y las había guiado por su propio femenino cuerpo para que acariciara lo sensible que se encontraba su clítoris.

Katherine seguida convulsionó cuando sus dedos se rozaron, pero Evan insistió en que se tocara. El placer era agonizante y sin medir nada más, ella comenzó a estimularse, a subir y bajar sus dedos por esa pequeñísima zona que la hacía delirar. Las descargas de placer de su cuerpo apenas podían correr una tras otra. Y Katherine gemía, y deliraba, sobre todo cuando su clítoris pareció dar una convulsión. Al mismo tiempo de ello, Evan metió su dedo entre las paredes internas de ella y cuando menos lo esperó, ella ya se estaba derramando en ese dedo grueso, pero que no tenía comparación alguna con el grueso del miembro de Evan en todo su esplendor.

―Uhm… tan caliente... tan dentro… ―decía, mirándose con atención en el espejo, excitada por los recuerdos, por cómo ella se estimulaba nuevamente. Y cuando su orgasmo llegó, suspiró fuertemente… le extrañaba más de lo que podía creer.

Después de que su respiración se acompasara, Katherine quedó unos instantes mirando el techo. ¿Por qué tenía que irse? ¿Por qué tenía que ser lo que era? Se sentía tan egoísta como enamorada de Evan. Pero él siempre había sido de pocas palabras y más acciones, por lo que nunca prometió que llegaría esa noche y por eso mismo también, el corazón de Katherine latía desbocado, sintiéndose ansiosa, desesperada… anhelante. Oh, Dios, necesitaba que Evan abriera la puerta ya mismo para grabar una vez más su masculino olor, para delinear su musculatura producto del ejercicio diario… y vaya que él hacía buen ejercicio.

Se incorporó de la cama, sintiendo cómo su largo cabello negro rozaba su espalda de manera juguetona. Al caminar desnuda por el suelo cubierto de alfombra, miró a su alrededor notando que en cada esquina, en cada lugar donde sus ojos posaran, lo veía a él. Sus detalles, sus regalos… la manera en la que la había hecho suya en cada rincón y con esa pasión… sólo le arrancaba suspiros.

Cuando finalmente llegó a la ducha y el agua tibia le permitió relajar sus músculos, Katherine sonrió. Aquellos recuerdos que habían quedado marcados con fuego en su mente apenas se comparaban con Evan. Si aquellas memorias habían comenzado un incendio, el mismo hombre la haría derretir totalmente entre sus brazos, su cuerpo y su manera de tocarla. Sabía que con él todo era diferente, un desafío, una forma de amar que nunca podría repetirse dos veces… porque cada ocasión era mucho mejor.

Como besos repartidos en cada rincón de su piel, el agua limpió una vez más su cuerpo, listo para ser marcado nuevamente. Katherine sabía que él pronto llegaría: había prometido que su ausencia sería sólo de unos días, mas cuando salió de la ducha, con las gotas aún cayendo de su largo cabello todo su mundo pareció prenderse junto con ella: las manos de Evan, rodearon repentinamente su cintura.


No sabía en qué momento había entrado a la casa, ni cómo logró ocultar su presencia, aunque eso no importaba en esos momentos realmente. Katherine percibió el agitado palpitar de su corazón y su boca exclamar una expresión de sorpresa mezclada con un dulce gemido cuando él buscó sus labios y ella no puso resistencia.

Sus bocas se encontraron sedientas y desesperadas por recordar el calor ajeno. Las manos de Evan se aferraron a la toalla que cubría el húmedo cuerpo de Katherine y de un solo movimiento, le quito aquella estorbosa prenda. Delineó entonces la figura de su amada, recordando lentamente así su anatomía, sus senos, sus glúteos, sus piernas y su vientre. Katherine olfateó el profundo aroma natural que emanaba el cuerpo de Evan, tan salvaje y masculino que la hacía enloquecer. La ropa elegante de él sólo ocultaba su masculina e imponente figura y ella sabía lo delicioso que era tener a ese hombre desnudo, recordándole que entre ambos un placer temerario estallaba de la misma manera en la que su semen caliente se derramaba por su sexo, provocándole un orgasmo intenso que la hacía gritar indecorosamente.

―Katherine… ―susurró aquella ronca voz. Sólo eso y se encontraba en el cielo.
―Bienvenido a casa, Evan… ―susurró excitantemente ella mientras  la recostaba en la alfombra de la casa.

La besó con desenfreno sabiendo que era el momento perfecto, justo cuando ella viajó hasta sus manos y llevando los dedos de él hasta su boca, le quitó sexualmente el anillo de matrimonio que cada noche, Evan olvidaba en algún rincón de esta casa, gracias a su amante, Katherine.


…vaya…

…esa pasión tan intensa sí tenía un nombre.

Amor.

Aunque nunca sería tan fuerte como el que Evan sentía por sus hijos.

―Házmelo… hazme tuya Evan…

Lo haría, la haría completamente suya.

…hasta que el fuego se consumiera.




2 comentarios:

  1. Hola!!

    Lo primero, gracias por participar ^_^ Después, ¡me ha encantado! Ha sido muy sensual y muy tenso, la verdad es que te ha quedado de fábula.

    ¡Un beso!

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    1. ¡Muchas gracias, me da mucho gusto que haya sido de tu gusto! *-* ¡Besos!

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¡^-^ Muchas gracias por comentar y alimentar el alma de este blog *3*!