No hace falta mucho, ni siquiera que se agite de más: Yo hubiera entrado a él de todas formas, mas es en noches como ésta cuando más me llama, casi gritándome a la cara que es mi turno de unirme con él.
Y lo hace. Me habla a su manera porque tiene su manera muy especial de comunicarse. En realidad, no es muy diferente a las personas pues, aunque pudiera hablar sé que lo que en verdad desearía decirme no sería en palabras, sino a su estilo; en sutiles señales.
Ahora mismo, justo en este preciso instante que cae una llovizna, que el viento golpea la piel de mi rostro dejándome fríos estremecimientos, es cuando le oigo hablarme. El viento y el sonido de las olas chocando unas con otras son su voz susurrándome cosas dulces al oído. Cuando cierro mis ojos, puedo sentirlo pues mis pies descalzos y mi pantalón doblado hasta las rodillas me dejan sentir sus frías caricias en mi piel.
Se esfuerza por tocarme, porque desde la lejanía sus aguas retroceden para adquirir más fuerza, subiendo el nivel de la marea justo cuando la luna se halla iluminando mi piel, creando un brillo casi fantasmal.
Es mi amante, mucho más intenso que de cualquier otro romance. Nadie le ha dedicado lo que yo, nadie le ha amado como lo he hecho yo, como un fiel sirviente que admira en silencio a su amo por toda la eternidad.
Es tiempo demostrárselo, de transmitirle lo que siento por él…
…por ello, lloró suavemente mientras camino lentamente adentrándome en el mar… más, más… lo más profundo que sea posible y él sale a recibirme, sus brazos en forma de olas me apresan, me aprietan, me impiden escapar, dejándome sin aliento unos segundos…
¿Morir por amor? No, no es eso… es morir por el mar.
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