27 de junio de 2011

Reto, Tejiendo un cuento


Bueno, presento mi primera participación en este divertido proyecto, organizado por Dulce Cautiva, en su maravilloso blog, El club de las escritoras.  Este proyecto consiste en que entre todos, como su nombre lo indica, formemos un cuento. Pues, no me quería quedar con las ganas de participar y aquí está ^w^

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Me pregunté quién había sido el bocón que logró ver lo que había sucedido anoche y me propuse a buscarlo hasta el fin de sus días para que respondiera por esto, pero la verdad es que en este instante, tenía cosas más importantes en que preocuparme como por ejemplo, ver como Stacy finalmente llegaba hasta mi, matándome con una sola mirada.

―¡Tú! ¡Maldita perra! ―gritó tan fuerte con su voz molesta que repentinamente hizo que nos volviéramos el centro de atención. Yo apreté mis labios con fuerza, cuando me di cuenta que las personas empezaban a formar un circulo alrededor de nosotras. Iris frunció el ceño y me miró, seguramente pensando en defenderme si yo no hacía nada al respecto―. ¡Tan seriecita y tan arrastrada!

26 de junio de 2011

Proyecto de Junio. Banda Sonora.


Aquí, un mes más, está mi participación del proyecto de Junio, de Adictos a la Escritura. ^-^ 

La canción que decidí usar, fue hecha por la gran y talentosa compositora Yuki Kajiura, cuyo titulo de la música, es Drew Drops, que es parte también de la banda sonora de Tsubasa Chronicles. 



Lluvia

Si le permitieran regresar a un punto especifico de su vida, sin dudarlo, escogería aquella noche de melancolía, cuando la conoció. Ella, la mujer de sus pensamientos, la que lo visitaba cada noche en sus más entrañables sueños, aunque no supiera ni siquiera su nombre… pero sus ojos, por Dios que esas pupilas verdes se habían clavado como dos dagas en lo más profundo de su alma. Esa mirada tan triste, cargada del dolor, de una vida llena de sufrimientos... al igual que la suya.

Fue un encuentro breve, donde dos corazones se conectaron y latieron como uno mismo. Ella no necesitaba de él, así como de similar forma, él no necesitaba de ella. Sus miradas se cruzaron en silencio de un solitario bar, alrededor de la media noche. La mujer estaba sentada en la mesa cerca de la ventana, con los rayos de la luna bañando su hermoso rostro. Él, unas mesas más allá, la observaba desde el momento en el que entró, pues jamás, nunca en su larga vida de agonía había visto unos orbes tan sinceros.

Como una mítica criatura, ella levantó su rostro, dirigiéndolo hacia el techo mientras una lágrima negra, producto de su maquillaje, se deslizaba por su pálida mejilla, perdiéndose en su barbilla. No podía dejar de verla, su belleza, su dolor. Todo en ella era enigmática, pero él, cobarde y silencioso, no se atrevía a interrumpir su momento de soledad para lograr brindarle un mudo consuelo.

¿Qué la lastimaba? ¿Por qué se apartaba del mundo en noches como ésa? ¿A quién le lloraba? ¿Ése ser la amaba? Tantas posibilidades y en ninguna entraba su presencia… hasta que lo miró.

Ella bajó su rostro, probablemente sintiéndose observada y fijó sus pupilas en las de él. No se molestó en limpiar su rostro, sólo ladeó apenas el rostro, dejando que la melena castaña rozara a su piel como una sutil caricia.

Había momentos en que no eran necesarias las palabras para ser comprendidos: éste era uno de esos. Parpadeó, diciéndole con mirada, que le agradecía el hecho de estar con ella en el pasaje más oscuro de su vida; él sonrió con tristeza y convicción, mientras la misteriosa dama se ponía de pie, rompiendo la distancia que había entre ellos con su elegante andar.

Cuando llegó hasta donde él se hallaba, la mujer se inclinó hacía bajo, tomando la mejilla del caballero con su mano enguantada, ladeando el rostro para depositar un beso cálido, mezcla de sal, labial y aroma mentolado y frío. Tan helado como quedó él cuando la mujer se incorporó y sin vacilación alguna, se alejó de la misma melancólica forma en la que había llegado…      

Suspiró profundamente cuando sus memorias regresaron a la actualidad y se veía solo. Levantó sus dedos, tocando ahí, donde el beso del amor de su vida fue dejado. Aquella mujer… ¿Lo recordaría?

La amaba… sólo que a veces, sería bueno que ella lo supiera…

…y viceversa.  

25 de junio de 2011

Marcha del Orgullo LGBTTTI, México 2011


¡Hola a todos! ^-^ Este día vengo a informarles de un evento que no sólo ocurrió en la ciudad de México, en el mero centro del país, sino también en muchísimas otras partes. ¡La marcha del Orgullo Lésbico, gay, bisexual, travesti,  transexual, transgénero  e intersexual!  Cuyo lema fue: “Leyes sin discriminación para toda la nación.”

24 de junio de 2011

^ ^ Cumpleaños Feliz



¡Feliz cumpleaños, Déborah!

Bueno, aquí me uno al grupo de felicitaciones de cumpleaños, que espero se la pase muy bien ^-^, sobre todo, que disfrute mucho más que antes de todo lo que ama y le apasiona.
También, muchas felicidades por los 100 seguidores en su blog Escribolee, y anunciando que también a causa de esto, está organizando un concurso del que aquí van las bases, que pongo directamente: 


Parte de sorteo:
El premio: un libro o cómic a vuestra elección, con un tope de 20€ + marcapáginas de escribolee. (nuevamente hago esto por la gran diferencia de géneros de mis blogs, no sabía qué libro elegir que os pudiera gustar a todos). Es internacional. Lo que sí os pido, por favor, es que si sois de fuera y tenéis la opción de que os lo mande dentro de España sin que os vaya a costar dinero, por favor, lo hagáis.

Es obligatorio ser seguidor, al menos, de uno de mis blogs (escribolee, escriboleeo, viajera interdimensional e incursores de la noche)
Me reservo el derecho a modificar las bases (no sea que me haya equivocado en algo y la fastidie). El hecho de participar implica su aceptación.
Los puntos son los siguientes (máximo 15 puntos por persona):
+1 por cada uno de mis blogs que sigas (escribolee, escriboleeo, viajera interdimensional e incursores de la noche)
+2 si eres seguidor antiguo de alguno de mis blogs o de varios de ellos (hasta Loky, Kristen, Celia Rodríguez y eallair respectivamente).
+ 4 Por promocionar el concurso en vuestro blog con una entrada (no tiene que ser exclusiva para este concurso)
+ 2 por llevaros el banner (podéis tenerlo en página aparte)
+2 Por promocionar el concurso en facebook
+1 por responder a la pregunta ¿qué te parece(n) el (los) blogs que sigues y cómo crees que pueden mejorar? (diseño, contenidos…).

22 de junio de 2011

Una gota de tu mar


Una gota de tu mar


Por:
PukitChan

 …entonces, ella me sonrió con ternura maternal. Siempre odié que me mirara de esa manera, porque muy en el fondo me recordaba que para ella, yo seguía siendo una niña caprichosa, una pequeña niña que se aferró a su cintura con toda la fuerza que pudo para nunca dejarla ir. Pero que de algún modo inexplicable la soltó.

Limpió mis lágrimas con sus labios, de la misma manera tan romántica en la que lo hacían en las películas empalagosas y en los libros de cuentos de hadas. Pero no podía culparla, porque ella fue siempre así, una hermosa mujer detallista que enamoró a mi infantil corazón.

—No te vayas… —supliqué. Quería ser la persona más egoísta del planeta, quería atarla, secuestrarla y guardarla en alguna parte de lo más profundo de mi corazón. Encerrarla en mí, fundirla contra mi piel.

—No llores, Anahí… —me pediste con la voz trémula y fue cuando me di cuenta de que también estabas titubeando, que tu corazón era mío y sólo mío, que no querías dejar a este amor que nació a principios del invierno y ahora, con el final de verano le decidiste poner fin para cumplir tus sueños.

20 de junio de 2011


Conocí una sonrisa que me hechizó, más nunca me perteneció.

Existió una mirada en la que siempre anhelé verme reflejado.

Deseé sentimientos que jamás podrían llegar a existir.

y así, intentando tener entre mis manos lo inalcanzable…

mi corazón fue destruido. 


-El río. Capítulo 4. 
PukitChan


19 de junio de 2011

Prohibido Estacionarse. Capítulo 4



Prohibido Estacionarse
 
Por:
PukitChan 

 Capítulo IV


Al ser una persona perfeccionista de una manera casi maniaca, suelo decepcionarse con frecuencia de muchas cosas, iniciando por mí mismo y todo lo que solía hacer en momentos de impulsos. Pienso entonces que quizás fue extraño y a la vez, parte de todo, dirigir mi perfeccionismo hacia esa persona, inclusive desde la primera vez que lo vi. Me pregunto si esa parte que odiaba de mí, quería detestarla de él, desde el momento en el que me cayó la cruda realidad de que no me recordaba. 

Tenía muchas cosas que hacer ese mismo día, por lo que decidí dejar de analizar ese encuentro para frustrarme con él en otra ocasión. Curiosamente, aunque ese hecho me seguía molestando, fui capaz de comportarme como adulto y terminar mis responsabilidades de ese día. Incluso en el trabajo me fue muy bien y gracias a las propinas que recibí ese día, que fueron más de las que comúnmente gano, logré comprar cosas sólo por el capricho de que se me antojaba tenerlas. Fue cuando me di cuenta de que con mi esfuerzo estaba tratando de recompensar el gusto amargo que me dejó el encontrármelo. Era como si intentará consolarme a mí mismo por ello. No podía creer lo infantil que podía ser en algunas ocasiones. O más bien, cuán impresionante era lo que podía llegar a hacer para olvidar que algo se escapó de los límites de mis posibilidades y me hizo perder el control.

18 de junio de 2011

Recopilatorio de Mayo: Microrrelatos.


Bueno, ¡hola a todos! Después de otro mes, nos encontramos felices de que gracias nuevamente a Laura y a todos los participantes de Adictos a la Escritura, se ha elaborado el recopilatorio del proyecto de mayo: Microrrelatos, en cual orgullosamente participé y ahora aquí ando también (soy tan feliz TwT).

¡Pues! Vamos, anímense a descargarlo, todos son muy interesantes. Espero que disfruten la lectura en todo sentido. ^w^



¡Buena lectura a todos! ^w^

12 de junio de 2011

Bajo tus brazos



No hace falta mucho, ni siquiera que se agite de más: Yo hubiera entrado a él de todas formas, mas es en noches como ésta cuando más me llama, casi gritándome a la cara que es mi turno de unirme con él.

Y lo hace. Me habla a su manera porque tiene su manera muy especial de comunicarse. En realidad, no es muy diferente a las personas pues, aunque pudiera hablar sé que lo que en verdad desearía decirme no sería en palabras, sino a su estilo; en sutiles señales.

Ahora mismo, justo en este preciso instante que cae una llovizna, que el viento golpea la piel de mi rostro dejándome fríos estremecimientos, es cuando le oigo hablarme. El viento y el sonido de las olas chocando unas con otras son su voz susurrándome cosas dulces al oído. Cuando cierro mis ojos, puedo sentirlo pues mis pies descalzos y mi pantalón doblado hasta las rodillas me dejan sentir sus frías caricias en mi piel.

Se esfuerza por tocarme, porque desde la lejanía sus aguas retroceden para adquirir más fuerza, subiendo el nivel de la marea justo cuando la luna se halla iluminando mi piel, creando un brillo casi fantasmal.

Es mi amante, mucho más intenso que de cualquier otro romance. Nadie le ha dedicado lo que yo, nadie le ha amado como lo he hecho yo, como un fiel sirviente que admira en silencio a su amo por toda la eternidad.

Es tiempo demostrárselo, de transmitirle lo que siento por él…

…por ello, lloró suavemente mientras camino lentamente adentrándome en el mar… más, más… lo más profundo que sea posible y él sale a recibirme, sus brazos en forma de olas me apresan, me aprietan, me impiden escapar, dejándome sin aliento unos segundos…

¿Morir por amor? No, no es eso… es morir por el mar.

11 de junio de 2011

Prohibido Estacionarse. Capítulo 3

Vuelvo a recordar que es una historia homoerótica ^-^ Muchas gracias.


Prohibido Est
acionarse

Por:

PukitChan

III

Recuerdo muy bien esa mañana porque, por más que corrí hasta sudar, no logré alcanzar la micro.

Maldije al conductor, pese a que eso no haría que regresara y abriera las puertas para que yo pudiera subir. Estaba estresado, malhumorado por mis pocas horas de sueño, bostezaba continuamente y encima de todo tenía una presentación en la universidad ese mismo día. Es cierto que llevaba un buen tiempo y no sería el fin del mundo si me calmaba a esperar la siguiente, quizás hasta podría tomar un asiento y descansar unos cuantos minutos, pero no, no podía pensar de esa manera tan positiva. Nadie es positivo en situaciones como éstas.

—Te hará bien —dijo repentinamente una voz a lado de mí mientras mi visión de la calle y el ruido de ella era interrumpido por una caja de cigarros amarilla. Me quedé absorto en esto, como si fuera una revelación del apocalipsis, aunque en realidad lo único que pasó es que me había tomado por sorpresa.

—¿Ah? —Ésa fue mi primera reacción con una mueca malagradecida que lo decía todo. Desvié la mirada, siguiendo la trayectoria de la mano, encontrándome con un traje negro. Al levantar completamente mi vista, me encontré con él, aquél que seguía aún trayendo ese estúpidamente feo nudo de corbata. Pero después de mi sorpresa inicial, traté de dibujarle una sonrisa y negué—. No, gracias… no fumo desde mis dieciséis.

Él bajó su mano y guardó los cigarros. Supuse que me recordaba y sobre todo a nuestros escasos encuentros, porque no podría creer que fuera un buen samaritano que andaba ofreciendo nicotina a todo bicho viviente que pareciera sumamente estresado, así que miré de reojo, analizando por primera vez sus facciones de una manera seria pues anteriormente no había tenido el tiempo ni la atención suficiente para hacerlo.

Su cabello era castaño oscuro corto, sin duda acorde a su forma de vestimenta. Sus ojos miel parecían demasiado chicos bajo esas cejas pobladas. Tenía una nariz amplia, pero acorde a la forma de su rostro; sin embargo, lo que más me impresionó de él fue la forma de sus labios. Amplios, pero cuidados y….

―¿Te gusto? ―Él, que se había percatado de que lo estaba mirando como imbécil, me habló para sacarme a propósito de mi análisis y lograr que me diera cuenta que parecía uno de esos niños que te miran cuando van caminando y te hacen sentir incómodo.

―Perdón… ―dije y por acto reflejo, miré la calle y la bendita micro no daba señales de querer aparecer, preguntándome si es que llegaría más rápido corriendo. Vacilé por los puntos en contra, ya que llegaría sudado… ¡A una presentación! Estaba seguro de que no había nada más humillante que eso. Claramente estaba equivocado, pero aún no me daba cuenta de ello.

―Ahí viene, deja de torturarte… ―Lo quise mirar, pero mi abstuve de hacerlo. ¿Por qué me hablaba? ¿Acaso era un psicópata que me estaba siguiendo? Aunque su voz había sido comprensiva a mi punto de vista, no era el momento para ponerme a dialogar, de modo que sólo me dediqué a formarme cuando finalmente para alivio mío llegó la micro. Apoyé mi mano en la fría barra de metal para ayudarme a subir los escalones y justamente cuando pagaba el precio de mi viaje, volteé a ver si seguía ahí. Dos señoras de distancia nos separaban y me pregunté si es que él las había dejado subir antes, como se supone que debía ser un caballeroso hombre.

Resignándome a no sé qué, seguí mi trayecto dejándome caer junto a la ventana en uno de esos asientos incómodos y carentes de espacio normal. Recargué mi cabeza en el vidrio y mis rodillas en el respaldo de los asientos de enfrente, esperando a que la micro se llenara en una posición poco adecuada no sólo para mi columna sino también para la ropa medianamente formal que traía puesta. Cuando él finalmente subió, buscó un asiento disponible y aunque el que estaba a mi lado no era el único disponible, optó por caminar y sentarse haciéndome una muda compañía.

El estruendoso ruido del transporte hizo gala de su presencia cuando arrancó finalmente. Yo miraba a todos lados, inquieto, aunque si alguien hubiera visto mi nerviosismo anterior con mucha facilidad podría asumir que de verdad quería que la micro volara. No era una mala idea en realidad, hasta que se me ocurrió mirarlo de nuevo. Él ya había sacado su celular y al parecer estaba leyendo un mensaje en el que no podía ser tan descarado para leerlo, pese a que las letras estaban ahí, mirándome y seduciéndome.

―Jm, te habías tardado… ―musitó él y obviamente estaba dirigido para su móvil y no para mi. Alcancé a ver unas líneas de frustración en su frente. Sabía, una vez más, que no debía meterme, pero si él ya me había ofrecido un cigarro por mi estrés, ¿qué me costaba hacer el ridículo a mi también y redimirme por mi actitud de hace un rato?

―¿Todo bien? ―solté de improviso y arriesgándome a que ni siquiera me escuchara, pero al parecer sí lo hizo porque giró hacia mí y sonrió de lado, levantando su teléfono celular y balanceándolo en su mano al mostrármelo. Yo negué en señal de que no comprendía qué me quería decir con eso, al tiempo que me sentaba decentemente.

―Mi pareja acaba de terminar nuestra relación por vía mensaje de texto. ―Acentúo su sonrisa―. Es más frío que hacerlo cara a cara. ―Debió haber percibido mi expresión de sorpresa y lucha interna por decirle algo, porque se me adelantó diciendo―: Está bien, no es el fin de mi vida.

Supuse que no le había dado demasiada importancia a esa relación y tal vez desde ese momento me debería haber dado cuenta de cómo era él. No entré al juego con los ojos cerrados, a lo mejor era yo el que no quería ver nada.

―No debió valer la pena, si ésa es tu reacción ―añadí, como si estuviera en la libre confianza de hablarle y de poder tocar cualquier tema con él―. ¿Acaso no era buena en la cama? ―pregunté, encontrando que parpadeaba rápidamente y después reía bajo, guardando en el bolsillo izquierdo su celular.

―Nada es perfecto. Las personas mucho menos y aun así, pese a que saben esto, siguen buscando a alguien que lo sea y que pueda ayudarles a corregir sus defectos. Y entonces, cuando descubren que ese alguien con quien están también se equivoca, tienen dos opciones: aprender que los errores son buenos en ocasiones o seguir en su búsqueda ideal y aun así de cualquier manera ya están tropezando con la misma piedra.

Ésas no eran palabras que se entablaban en cualquier conversación o al menos, eso fue lo que quise pensar, de modo que asentí con la cabeza. No hacía falta añadir más palabras y si fuera así, yo no encontraba las adecuadas; sin embargo, en nuestros rostros no había gestos de reflexión profunda sino simple y llanamente dos sonrisas de aprecio ante una realidad cotidiana.

―Si hablas así y ella te dejó, entonces tú eres el que no es bueno en la cama ―bromeé un poco para acabar con el silencio entre nosotros. Me sonrió, curveando ambas cejas dándome a notar que había tocado una parte de su orgullo masculino y que si seguía con mi broma, iba a defenderse―. Ya, bueno, yo sólo decía.

―¿Estudias? ―preguntó tentativamente al darle una repasada rápida a mi mochila entreabierta de la cual sobresalían mis papeles.

―Sí, o al menos eso es lo que estoy intentando.

Parecía que sus preguntas no eran dichas con la realidad intención de conocerme, más bien sólo era el método clásico de mantener conversación con quien se te ha ocurrido sacar plática y lo gracioso es que no lo culpaba sino que en el fondo de mi lo justificaba repitiéndome que era porque me seguía teniendo en su memoria.

―¿La universidad? ―interrogó, mientras yo me limitaba a asentir. Acto seguido, apreté mis labios para humedecerlos y seguir hablando.

―Supongo que tú trabajas en una oficina o algo… ya sabes, por el trabajo, cada que te veo estás vestido formalmente.

Entrecerró lo ojos sutilmente y clavó su vista en mi. Yo vacilé y analicé mis palabras, llegando a la rápida deducción de que aún no había metido la pata para creer que me observaba con enfado, así que sin titubear, respondí también a su directa mirada, sin sonreír, sin expresar alguna clase de sentimientos. Llegó un momento en el que él optó por desviar la mirada al llegar a un punto luego de haber permanecido así a lo largo de dos minutos.

―Es en una oficina, sí… pero no es que me sienta muy cómodo usando esta clase de atuendo, aunque admito que en los últimos meses me he estado acostumbrando.

―Entonces, no usabas antes ―aseguré con una sonrisa―. Se nota en el nudo de tu corbata.

Se notaba que él mismo estaba consiente de aquello, porque no se enojó ni bajó la mirada para observar aquello y me lo imaginé exactamente frente a un espejo, peleándose cada mañana con su corbata, intentando hacerla lucir bien; sin embargo, después de los tres minutos se frustra, dejándola exactamente igual o inclusive peor que cuando inició el proceso. Reí.

―¿Ahora eres don perfecto?

Fruncí enojado, por haberme echando a la cara aquel aspecto de mí, del que me sentía bastante orgulloso y avergonzado al mismo tiempo, aunque esta vez fue la frustración la que le ganó a las anteriores dos.

―Sí, si lo soy ―respondí secó, desviando infantilmente mi visión hacia otro lado de la micro, aunque me impresioné cuando descubrí que ya estaba casi por llegar a mi destino y ni siquiera me había dado cuenta: parecía que él me absorbía a un nivel que no lograba comprender. Suspiré y me dispuse a acomodarme, recordando que tenía cosas más importantes que hacer además de pelear con mi vecino de asiento.

Lo miré, diciéndole con los ojos que me diera permiso, pues el bloqueaba mi camino para que yo me pusiera de pie. Dio una repasada alrededor y se dispuso a levantarse, pero antes de completar su acción se quedó unos segundos meditabundo.

―Dijiste que siempre me has visto de traje… ―pronunció incorporándose después de todo, cediéndome el espacio para que yo pudiera salir―, ¿acaso tú y yo ya nos conocíamos?

Me quedé quieto y cerré mis ojos mientras me ponía de pie y camina por el espacio disponible de la micro para dirigirme a la puerta trasera del vehículo. Sentí su vista posaba sobre mi espalda, pero hice caso omiso a esa sensación y toqué el timbre para que se detuviera la micro, dejándome bajar en la siguiente parada. Entreabrí mi boca cuando la puerta se recorrió y ráfagas de viento por el movimiento ahora más lento, me golpeaban en el rostro.

De un solo brinco bajé de la micro a la acera, caminando algo torpe y distraído, tanto que tiré mi dinero al suelo. Bufé fastidiado y cuando me agaché para recoger las monedas, fue cuando el peso de la realidad cayó sobre mis hombros.

Yo le había dicho que lo había visto y era cierto, pero…

...pero él ni siquiera recordaba aquellos encuentros.

Siempre me dije a mi mismo, que yo no sabía enamorarme. Pero a partir de ese día descubrí que cuando dos personas se unen para formar una misma, descubres cosas uno cree que jamás podría llegar a sentir…aunque a veces muchas de estas, no sean necesariamente de amor.

10 de junio de 2011

Frasecitas

Me he dado cuenta de que soy tan egocéntrica, que ahora mismo he decidido meter frases que la dama inspiración me ha dado en cada uno de mis relatos. ¡Jajaja! Bueno, o al menos eso intentaré.

Aprovecho esta entrada para dar breves anuncios. El siguiente capítulo de “Prohibido Estacionarse” lo colgaré este fin de semana, la Uni me ató unos días por trabajo escolar. Sé que muchos saben lo que significa eso y sabrán comprender a esta frustrada escritora.

¿Qué más iba a decir? ¡Ah, sí! Sigo modificando detalles pequeñitos en la plantilla de mi Blog. ¡Me siento tan orgullosa de mis ratos libres, jajajaa!

Ya, bueno… me dejo de esta clase de cosas y subo lo que iba a poner mientras avanzo la historia. ¡Se les agradece por pasar a dar una vueltita por aquí!


Se mía, vuélvete mi obsesión,
róbate mi oxigeno, entrégame tu calor.
Y mientras posas tus labios sobre lo míos
… recuérdame que significa “hacer el amor…”


-Inicio del capítulo 7, de mi historia "Más que agua y aceite"

4 de junio de 2011

Un poco de inspiración




























Esta fotografía es de un recuerdo que obtuve cuando visite Veracruz, México.

Una verdadera preciosidad hecha completamente de conchas de mar.

Desde la compré, tenía la ilusión de tomarle una foto para subirla a mi blog y después de todo, ¡aquí está!

Me recuerda mucho a lo que considero algo más que un amado pensamiento, porque escribir ya es parte de mi, después de tanto tiempo de haberme dedicado a esto.

Así que, una fotografía dedicada a todos y cada uno de los escritores que andan por la red.

A todos, un abrazo, un beso... ¡Y mucha inspiración!


1 de junio de 2011

Prohibido Estacionarse

Capítulo 2

Desde que era niño, siempre me había sentido atraído por los chicos de mi mismo género. A esa edad, yo no comprendía bien el mundo, pero lo veía de una forma más simple. No me molestaba decir que quien más me agradaba era mi mejor amigo Javier y tampoco tenía pena en decir que Ángela no me simpatizaba porque pasaba mucho tiempo con él. Fue entonces cuando mis padres se dieron cuenta de que había algo inusual en mi comportamiento, por lo que empezaron a preguntarme quién era mi novia.

De nada funcionó. En ese entonces ya era homosexual y ni siquiera sabía de la existencia de la palabra que me decía que yo era algo diferente sólo porque me gustaba alguien que era parecido a mí.

Mamá acabó aceptándolo con el tiempo, en cambio, mi viejo decía que estaba bien, pero sabía que él nunca sonreiría si llegaba a casa con una pareja que tuviera algo colgándole entre las piernas. Ellos no me tacharon como su hijo marica, pero tampoco estuvieron orgullosos de lo que era; en la medida de lo que me fue posible, intenté comprenderlos como ellos lo hicieron conmigo y me las ingenié para que ellos nunca me vieran con mis escasas parejas mientras yo intentaba sobrevivir a una adolescencia que de por sí, ya era bastante difícil.

Después de la escuela iba de trabajo en trabajo y así junté poco a poco, después de algunos años, el dinero suficiente para independizarme. Mis padres insistieron en pagarme la universidad, así que mis gastos se iban en las cosas que pedían para mi carrera. No me quejaba de mi vida, me sentía bien porque así al menos, si mis viejos tenían visitas estos no los mirarían raro por tener un hijo gay.
Afortunadamente, al ingresar a los estudios superiores me di cuenta que al menos una gran parte de las personas ya entendían que quizás no era del todo malo ser homosexual, así que en su mayoría ya no me excluían y pude hacerme de buenos amigos y algunas veces, de un corazón roto que intentaba sanarse una vez más aunque quedaran unas pequeñas grietas en su forma.
Yo no necesitaba enamorarme. De verdad que no.

—¿Y…? ¿Qué piensas hacer? —Fruncí el ceño inmediatamente al escuchar esas palabras. Yo no quería hacer algo. ¡Yo quería reírme de la situación que me había pasado! Pero claro, al parecer había escogido al amigo menos indicado para hacer ello.

Esta plática fue unos días después de haber obtenido su número telefónico. Decidí que era una buena idea comentarlo y para eso, elegí un momento entre clases. Estaba recostado sobre el césped, con mi compañero de curso, esperando nuestro siguiente horario. Quien me acompañaba se llamaba Luis, un sujeto que era un año menor que yo, de cabellos corto y negro, ojos claros, nariz chata y un tic desesperante de tocarse el lóbulo de la oreja mientras hablaba. Ahora mismo se encontraba haciendo eso.

—Nada —respondí cortante, pero luego una chispa de furia brotó de mí, iniciada no sé cómo, y que me motivó a explayarme como padre en el sermón de la misa dominical—. ¡Yo no lo busqué! ¡Yo no quería su número! Él de repente me lo dio mientras estaba dormido. ¡Y ni siquiera estoy seguro de que sea de él! ¿Por qué tendría que serlo? ¡Es estúpido!

Luis no hacía nada, ni me miraba. Estaba más ocupado en introducir su dedo meñique en su oreja, rascarse y después verlo para ver si había obtenido cerilla de su método de exploración. Sentí que ni siquiera hablaba conmigo mismo, pues me hacía falta un espejo. En el fondo, sabía que no era así, ya que Luis en realidad era alguien si prestaba atención a lo que ocurría a su alrededor, no por nada era uno de los estudiantes con mejor calificación de los que yo conocía.

—¿Entonces, por qué le estás dando tantas vueltas al asunto? Si no te interesa, sólo olvídalo.

Bajé mi mirada y apreté mis labios mientras me sentaba para abrazar mis piernas con una sola mano y con la otra me dedicaba infantilmente a arrancar el pasto y después arrojarlo hacia el frente, como un signo totalmente claro de mi enfado injustificado ante sus palabras.

—No le estoy dando demasiada importancia —murmuré entre dientes.

—Claro que no —dijo y me volteó a ver con una sonrisa en sus labios. Me fastidio todavía más esa sonrisita suya y Luis lo notó, así que terminé escuchando su escandalosa y burlona risa que atraía la atención de más de uno que pasaba por ahí. Giré el rostro para ver el suyo una vez que se calló; él, sólo negó levemente como una disculpa de su parte y yo me encogí de hombros sólo como un acto reflejo.

—¿Debería averiguar si es su número? —pregunté. Sí, soy un idiota. Primero digo que no me interesa y a los minutos ya estoy pidiéndole su opinión a Luis, pero él ya me conocía desde hacía más de dos años y quiero creer que en realidad, ya se había acostumbrado a mi forma de ser.

Él movió su cuerpo para quedar sentando, tomando su mochila y metiendo todo lo que había sacado de ella y no había ocupado. Me desesperaba que las personas le hicieran tanto de emoción a las cosas cuando uno sólo quería saber la mágica respuesta en el instante. Al ponerse de pie, me quedé sentando mirándolo, pero él hizo una mueca en su rostro que expresaba que era hora de irnos a nuestro siguiente periodo de clases.

—¿Y qué pierdes con intentarlo? Además, algo que me dice que no estarás satisfecho hasta que descubras si es de él su número y si no lo es, siempre podrías preguntar por fulanito y pensaran que simplemente te equivocaste al marcar.

Me levanté con desgano, enfadado porque Luis me daba todas las grandes posibilidades y yo las rechazaba porque una me parecía tan ilógica como la otra. O quizás era por simple temor de lo que podría suceder más adelante. Sacudí el pasto que se había adherido a mi ropa y solté un resoplido en tanto me acercaba a él.

—Sólo por quitarme la espina de la curiosidad, lo haré —declaré. Luis me miró de soslayo y le dediqué una sonrisa tan valiente como poco convincente, pero aun así me devolvió el gesto y finalizó el tema dejándome totalmente a gusto con ello.

En realidad, yo no esperaba nada bueno de esa decisión. En el fondo, ésta no me dejaba de parecer completamente estúpida. Cosas como ésas no pasan en la vida real. ¡Claro que no! Semejante idiotez en la que me había ido a meter sólo por un patético nudo de corbata.

Es curioso que de todos los detalles de esta historia, el que más recuerde sea justamente eso. Me hubiese gustado comenzar de una manera totalmente distinta, pero creo que escogí un buen punto de partida, porque lo que sucedería después era tan simple y a la vez tan complicado que parecería que nada tiene coherencia o punto base para sujetar a todo lo demás. Pero se supone que no debo adelantarme a los hechos de mi propia vida. Quizás ese fue el comienzo de mi decepción.

Me encontraba sentando en un parque cualquiera. Había mucha gente paseando, parejitas siendo repulsivamente cursis, niños corriendo y perros fornicando, toda la mezcla que se encuentra en esta clase de lugares. No conocía ese parque. Había tomado en total quince estaciones del metro, una micro y una larga caminata de media hora para llegar ahí, con el teléfono celular en el bolsillo, esperando a que mi ansiosa mano tecleara el número que se supone debía marcar. Pero… ¿por qué estaba en ese lugar para realizar la importantísima llamada? Tenía una razón demasiado simple a prueba de engaños; escogí a propósito un lugar desconocido para que de esa manera, si la llamada resultaba ser una decepción o una completa vergüenza para mi persona, al menos se suscitaría en un lugar que no frecuento y por lo mismo, no recordaría esa humillación. Todo se quedaría en un sitio lejano, en un momento inexacto de mi vida, una memoria que entonces sería fácil de olvidar… o al menos, eso era de lo que me quería convencer.

Tomé el curioso aparato entre mis manos, delineando sus teclas y admirándolo como si fuera nuevo. Me dejé de tonterías y sacando el papelito que traía en mi cartera, miré su escritura y marqué. Tanto melodrama de mi parte para algo que me hubiera tomado cinco minutos hacerlo en cualquier otro lado. Admito que todo esto me estaba causando un hermoso dolor de cabeza.
«El número que usted marcó no existe. Por favor, verifique su marcación.»

¡…púdrete!

Aquella tarde me enfadé, es cierto pero… ¿tenía acaso el derecho de hacerlo? Claro que en ese momento no fue eso lo que pensé. Expulsé unas maldiciones llenas de palabras altisonantes. Después de dos minutos de furia comprendí que era bastante tonto lo que estaba haciendo, pues lo único que deseaba era saciar mi curiosidad. No regresé directamente a mi casa, la verdad es que me desquité al ir a comer algo de por allí para sacar esa patética llamada de mi mente.

Y lo olvidé. No, más bien guardé ese día en un rincón de mi memoria, junto con esos recuerdos vergonzosos que todos tenemos y nos esforzamos por echarlos al vacío esperando que nunca más salgan de ahí. Lo malo es que no dejan de ser parte de nosotros y cuando menos los queremos estos aparecen.

Retomé todo con mayor calma después. He de confesar que fue bastante liberador haberle puesto un punto final a dicha situación. Estaba mejor así, pero no dejaba de tener ese gusto amargo que te dejan las malas experiencias.

A los pocos días, cuando volví a tomar el metro, caí en cuenta de por qué me había afectado de tal manera ese hecho. Porque cuando lo conocí, cuando él me mostraba su nudo de corbata en nuestros inesperados encuentros que estaban lógicamente más allá de un contacto real, yo estaba sumergido en la rutina.

Ésa fue mi razón lógica. Todo lo que realizaba era por más inercia que por otra cosa. Era despertarme, realizar mis tareas cotidianas, ir a la universidad, hacer mis tareas, mantenerme vivo, dormir e iniciar con todo eso una vez más. Creo que llegué al punto de que ni siquiera yo mismo me daba cuenta de que diario hacia exactamente lo mismo; es decir, no tenía ni la más mínima idea de estaba atrapado en ese círculo. Es algo que tarde o temprano descubrimos todos, pero en mi caso, el detonante fue él y su corbata. No digo que me haya liberado, sólo digo que él fue quien me hizo darme cuenta de eso.

De pronto ya no tenía ganas de encerrarme todo el día. De pronto, tuve ganas de salir en mis ratos de ocio a tomar un café lejos de mi casa. Era algo mezclado entonces. Por una parte me molestaba el que hubiera jugado sucio con aquel número telefónico, pero por otra parte, estaba contento del momento de frescura que su encuentro me había dejado.

Dicen que todo encuentro tiene una razón. Ésa clase de cosas son las que yo pasaba inadvertidas porque ni estaba a favor ni en contra. Era un punto totalmente neutro para mí. Tampoco es que haya empezado a creer a partir de que lo conocí. Únicamente me vi recordándolo como si fuera un agradable momento, pues repentinamente estaba sonriendo de la nada a mitad del vagón mientras escuchaba música.

Era como reencontrarse con algo perdido mucho tiempo atrás.